Tecnología y viñedo

«Muchos de los viñedos que cultivamos han sido heredados de nuestros padres o abuelos y, con un poco de fortuna, algún día, nuestros hijos se harán cargo de ellos»

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Hay un viejo dicho que afirma que el mejor indicador de calidad de un vino es la pisada del viticultor en la viña. Imagínate que esa huella no queda impresa solamente en la tierra, sino en una base de datos en la que el viticultor analiza mucha más información de la que los cinco sentidos le pueden proporcionar. A menudo, los viticultores se enorgullecen de conocer sus fincas y viñas en un nivel casi intuitivo y son reacios a adoptar nuevas técnicas. Incluso muchos pueden asociar la tecnología a la industrialización de sus productos y teman que, mediante su adopción, sus vinos serán menos “artesanos”. 

La idea de hacer una viticultura en la que nos guiamos sólo por la tradición es, cuando menos, más inexacta que aquella que se deja guiar por nuevos métodos y tecnologías disponibles en la actualidad. Para hacernos una idea de cómo la tecnología puede ayudarnos a un mejor conocimiento y gestión de nuestros viñedos, expondré algunas de sus aplicaciones prácticas.

Reducción en el uso de fitosanitarios. Una de los mayores retos que los viticultores gallegos afrontamos cada año es la obtención de racimos en buen estado sanitario. El clima gallego, por sus condiciones de humedad y temperatura, es muy propicio para el desarrollo de enfermedades fúngicas. La estrategia más habitual para combatirlo son los  tratamientos preventivos con periodicidad fija. Mediante el uso de estaciones meteorológicas y sensores en la viña podemos modelizar el ciclo biológico del desarrollo de los hongos en nuestra parcela. Esto nos permite pulverizar nuestras viñas sólo en los momentos de máximo riesgo, con la consecuente disminución del número de tratamientos anuales.

Fertilización más eficiente. Los sistemas de información geográfica (SIG) permiten trazar un mapa vectorial de nuestras parcelas a partir de los análisis de nutrientes de nuestro suelo. De este modo podemos establecer distintas pautas de abonado e, incluso, de manejo del suelo en función de las necesidades puntuales de cada zona del viñedo.

Preservar la historia de cada viñedo. Muchos de los viñedos que cultivamos han sido heredados de nuestros padres o abuelos y con un poco de fortuna, algún día, nuestros hijos se harán cargo de ellos. Si no disponemos de un método que nos permita registrar los datos relativos a cada cosecha, es de esperar, que mucha de la experiencia acumulada por el viticultor se pierda y no trascienda a otras generaciones. Hace apenas una semana, muchos viticultores gallegos se despertaron con la desagradable sorpresa de ver sus parcelas quemadas por la helada. Si se dispusiese de datos históricos de otras heladas y sus valores meteorológicos asociados a cada parcela, seguramente se podría haber menguado los daños actuando preventivamente.

Gestión del vigor. El exceso de vigor en una viña suele acarrear un empeoramiento en la calidad del fruto y una mayor sensibilidad a ataques de patógenos. Además del abonado racional que ya mencionamos, una poda adecuada y una buena gestión de las operaciones en verde puede ayudarnos a mitigar el vigor natural de la vid. La aparición de los drones agrícolas está suponiendo toda una revolución en la agricultura y se cree que hay un sinfín de aplicaciones que están aún por llegar. Un dron equipado con una cámara RGB puede hacer un mapa de vigor de nuestra finca con una precisión inferior al milímetro. Con el software adecuado incluso podemos determinar el crecimiento diario de cada planta.

Mejorar la calidad del vino. En definitiva está debe ser la razón más importante para adoptar las nuevas tecnologías en el viñedo. Esto no significa que vayamos a elaborar vinos más tecnológicos. Significa que tengamos más capacidad para entender nuestros viñedos y obtener un resultado más cercano al deseado por cada viticultor.

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