Abel Barandela, el Pintor del Vino

Así es cómo el ourensano afincado en Sanxenxo es conocido en el sector artístico desde que, hace 10 años, decidió experimentar con este singular método en sus cuadros. 

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El vino gallego, medicina de los colonos en América tras su descubrimiento, objeto de las poesías de grandes literatos, famoso en medio mundo por sus sabores y aromas, continúa sorprendiendo a día de hoy.  Y no es para menos, polifacético y artista, ha pasado ahora a convertirse en una técnica de pintura. Se lo debe al gallego Abel Barandela, natural de Ourense y afincado en Sanxenxo, quien, con más de 11 años de carrera y un total de 400 obras en su portfolio, es ya conocido en el sector artístico como “el pintor del vino”.  

Curioso apodo, por otro lado, para quien no bebe a menudo. Barandela sólo consume en ocasiones especiales, en determinados eventos o cenas, según explica él mismo, y, sin embargo,  este está presente en toda su obra. Ya sea como temática, técnica o firma, el vino es, en efecto, “su sello de identidad”. Al él le debe, cuenta, que el Rey Emérito Juan Carlos I guarde, entre su colección, uno de sus cuadros, o la medalla de oro del Foro Europa 2001. Curiosidades y reconocimientos que, dice, ni se hubiese imaginado hace 10 años, cuando pasó a experimentar con este singular método artístico.

Todo empezó, comenta entre risas, a través de una anécdota que, se teme, va a perseguirle a lo largo de toda su carrera. Una noche de otoño, en Vilanova de Arousa, Abel cenaba con sus amigos en esa típica taberna gallega en la que nunca falta ni el mantel de papel blanco ni una buena botella del vino de la zona. Lo que pasó fue lo que siempre pasa: al cabo de un rato y de algunas copas, el mantel se manchó de vino tinto. Fue entonces cuando Suso, uno de sus amigos, le dio la idea: “esto es un pigmento estupendo para tus obras”.

“La verdad es que aquellas manchas de vino empezaron a llamarme la atención a medida que ví cómo evolucionaban mientras se secaban en el mantel”, reconoce Barandela como si, todavía a día de hoy, se sorprendiese con el hallazgo. Difícil, en cualquier caso, pintar con un compuesto orgánico, puntualiza el artista.  “Hay que trabajarlo de tal manera que, con el tiempo, no desaparezca”, explica.

Así, tuvo que insistir, una y otra vez, a través de un duro proceso de ensayo y error,  hasta dar con el lugar idóneo para el vino en sus obras. Finalmente, lo encontró: a día de hoy, Abel utiliza dos colores acrílicos en cada uno de sus cuadros, uno cálido y otro frío, y los oxida con vino, un proceso que, explica, “en general, lleva a que el lienzo sea más equilibrado y se acerque a los tonos sepia, recordando a fotos antiguas”. A veces, además, para dar un toque de color a sus obras y destacar la presencia del vino en las mismas, dibuja cercos de copas de vino con rojos y granates.

Barandela tiene afición por la pintura desde pequeño y se considera a sí mismo “un eterno aprendiz de pintor”. “Siempre evolucionas, ves cosas nuevas, pintas con gente diferente…” ejemplifica sobre la cantidad de factores que influyen en su manera de trabajar. Para él, la pintura no es una vocación,  sino una “inquietud”, “algo que tienes dentro, que te produce ansiedad hasta que eres capaz de sacarlo fuera”.

Explica, además, que, si hay un denominador común en sus obras, ese es el rural gallego y sus gentes. “Yo lo que más pinto es todo lo que me recuerda al mundo que vivieron nuestros padres y abuelos, la Galicia de un pasado todavía cercano, por eso hay muchas escenas de oficios antiguos y de algunos trabajos de campo”, asegura. Una realidad dentro de la cual, dice, no podía faltar el vino. Escenas típicas de taberna, vendimia o personas disfrutando del vino,  entre otras, ocupan así buena parte de las obras del pintor, quien no duda en recordar el gran  número de familias de la comunidad de dependen de este sector. ​

Desde sus primeros cuadros, Barandela ha ido evolucionando, buscando nuevos temas y escenas, cosechando premios e incrementando su número de exposiciones, algunas de las cuales, por cierto, han tenido lugar en bodegas de la comunidad. No olvida, sin embargo, el vino como esa herramienta que le ha abierto “tantas puertas”.  

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