Las ayudas en el campo (y la obligación de corresponder)

En estos días se está registrando en nuestros campos una actuación poco comedida por parte de inspectores de trabajo.

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En estos días se está registrando en nuestros campos una actuación poco comedida por parte de inspectores de trabajo, acompañados por la Guardia Civil, que se adentran en campos y bodegas rurales, a la búsqueda de trabajadores temporeros no declarados. Se debería tener en cuenta que en Galicia las ayudas forman parte de una red de intercambios globales que reforzaba poderosamente las relaciones de parentesco, buena vecindad y la cohesión entre los grupos domésticos. Los grupos de las ayudas tienen un componente fijo, estable a través de al menos una generación y otro componente compuesto por elementos ocasionales o de azar e irregular a lo largo del tiempo.

Siguiendo la investigación realizada por Fernández de la Rota, en el trueque de trabajo intervienen aspectos del universo simbólico que trascienden la esfera meramente económica. Supone, pues, un tipo de relación social compleja y con ciertos trazos de indeterminación que suelen caracterizar a las economías campesinas frente a las de mercado. Aunque en ambos sistemas económicos la reciprocidad se efectúa mediante una ratio de cambio fija, en el primer caso el trueque se realiza mediante la contraprestación directa de un número equivalente de horas de trabajo, y en el segundo opera en última instancia esto mismo pero con la mediación del salario. La reciprocidad de intercambios laborales en la economía campesina presupone que las leyes de la oferta y la demanda no están por entero presentes de modo definido y nítido, por lo que hacen acto de presencia los vínculos comunitarios de parentesco, vecindad y, en menor medida, también de amistad.

La posibilidad de intercambios directos entre campesinos se ve facilitada por el hecho de que no suelen ser trabajadores especializados. Las ayudas permiten una sensible reducción de los gastos de la unidad familiar. Resultaba más asequible para los labradores una contraprestación de trabajo que pagar salarios, dada la escasez crónica de numerario en la comunidad tradicional. Influye también mucho el grado de modernización, en un doble sentido: cuanto menor sea el nivel de empleo de maquinaria agrícola mayor importancia tiene el régimen de ayudas; y el avance del individualismo desestructura también la red de los sistemas de reciprocidades.Por lo demás, las ayudas se establecían no sólo para realizar trabajos intensivos en mano de obra en los que era menester realizar apremiantemente una tarea para evitar que las inclemencias climatológicas echasen a perder el esfuerzo de todo el año, como, por ejemplo, en las trillas. Operaban además en el ámbito de la sociabilidad ceremonial y constituyen auténticas obligaciones sociales, como ha señalado E.Wolf, y a atenderlas es preciso dedicar una parte del excedente campesino.

La casa que recibía la ayuda agasajaba a todos los cooperantes con una comida. En sociedades como la gallega, afectadas en grado apreciable por una penuria prácticamente crónica, los alimentos tenían un altísimo valor. Ofrecer alimentos, dar a alguien de comer, tenía antaño más relevancia de la que pudiese parecer hoy. De hecho, aún en los años cincuenta y sesenta “se iba a trabajar por la comida”. Si por un lado se hacía un trabajo, por otro “se apagaba el hambre” que por entonces estaba muy presente, según se recoge en una investigación llevada a cabo por Fidalgo Santamariña. El intercambio de estos dones corona el intertrueque de trabajos y hace que revista una significación social más compleja, rica y significativa. 

La sociedad campesina opta por un modelo comunitarista, según el referente del don y contra-don, intercambiando bienes y consumiendo todos juntos unos mismos alimentos y bebidas. Recurriendo al expediente de la cooperación se logra que el convivio resultante resalte y enfatice el vínculo comunitario que se articula también mediante el trueque de labores. Se evita también la polarización estricta entre el hecho de dar y de recibir. Podríamos imaginar, a contrario sensu, que los mismos que donan –o en realidad devuelven- el trabajo, al propio tiempo aportan los alimentos, lo cual no representaría ninguna alteración sustancial de la ecuación de intertrueque, pues nadie vería perjudicados en lo más mínimo sus intereses. De este modo, en apariencia, el único factor que resultaría alterado sería el tiempo que delimita y define los momentos de recibir y de donar. Pero lo que en verdad parece suceder es que la mezcla entre ambos, pues todos dan y reciben al mismo tiempo, sirve para entrelazar con mayor eficiencia los nexos comunitarios. 

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