Texto: Juan Calvo/Cangas
El camino de Cabo do Vento, que desde la aldea de Donón atraviesa entre torpe y juguetón los viñedos más singulares de Cabo Home y de O Morrazo, parecía ayer la Gran Vía rural. Pequeños tractores con remolques traían y llevaban gentes para la vendimia y se cruzaban en la tarde en la que se dio el pistoletazo de salida a la recogida de la uva. Una tarde calurosa que venía bien para el fruto de la vid, pero que dificultaba la tarea a los que tienen la labor de arrancar los racimos de uvas. Menos mal que a eso de las 17.00 horas se levantó un poco de viento que hacía más apañada la tarea. Este año la vendimia en Cabo Home viene marcada por el asalto de los jabalíes y zorros a las vides y también por un mes de marzo lluvioso que retrasó las labores de fumigar. La cosecha de 2018 pasará a la historia por ser poco abundante, pero de gran calidad, según comentan los trabajadores de las tierras de Cabo do Vento, Ceixeira y Redonda, propiedad del Restaurante Cabo Home . Sus viñas son famosas por nacer y crecer entre las dunas, que aguantan el calor y mejoran el producto. Y aunque estas vides todavía no venden bajo la etiqueta de la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) de Ribeiras de O Morrazo, como otras fincas de la demarcación, tienen la principal seña de identidad de la uva de O Morrazo: nacer entre la arena del mar.
Aquí se cosecha Espadeiro y Albariño, principalmente, que producen al lado del mar unos caldos suculentos para el paladar del caminante.
Ayer la vendimia se empezó en la finca de Cabo do Vento. Es la que produce la uva de mayor graduación y es la que hay que recolectar primero. También hay otro motivo: lindan con el transitado camino de Cabo do Vento y son fáciles de coger para cualquiera. Jabalíes y zorros acamparon a sus anchas este año por estas tierras. Los propietarios con los viñedos más bajos, los que aún están soportados por piedras y madera, fueron los más perjudicados. La pequeña propiedad de Luciano Figueroa fue arrasada por el «raposo». Lo comentaba ayer cuando en su tractor iba camino de su finca para salvar lo que quedaba de los ataques. Comenta Cristian, un hombre pegado todo el año a la viña en Cabo Home, que el jabalí arranca el racimo de uvas, mientras que el raposo las come sin tirarlas. Mientras abajo en los viñedos se trabaja al sol, arriba en el entorno de la bodega se está más al fresco. Allí se escoge la uva, se limpia y se vuelve a meter en las cestas. Es un trabajo que puede durar entre cuatro o cinco días, dependiendo de la gente que haya. Y esto es muy variable en Cabo Home. Son parientes y vecinos los que acuden a la vendimia. Algunos ya jubilados, otros que aprovechan el tiempoentre marea y marea y, sobre todo, familia. Todos echan una mano para acabar cuanto antes la vendimia. Ahora tienen informes detallados del tiempo que va a hacer, pero aún con eso prefieren acabar para evitar cualquier sorpresa. El ritmo de trabajo es sosegado pero sin descanso. Se charla mientras se cortan los racimos y se suda; ayer tal vez, más que otros días, después de un marzo malo, lluvioso, que impidió mucho y al que se le culpa del bajo rendimiento del viñedo. La rapidez la pone Cristian con su tractor, con el que no para de carretar cestas de racimos por el camino de Cabo do Vento.
Los viñedos de Cabo do Vento, Ceixeira y Redonda son propiedad de Trinidad Figueroa, dueña del restaurante Cabo Home, que fijó el primer día de vendimia sin tener en cuenta la avalancha de comensales que había ayer en su prestigioso restaurante. Esta hectárea de terreno repartida en las mencionadas fincas produjo el año pasado entre las 3.000 y las 4.000 toneladas. Trinidad Figueroa anda también este año a vueltas con la nueva denominación protegida Ribeiras de O Morrazo. No etiquetó todavía con esta marca porque es imprescindible tener una bodega. También asegura que si no se unen todos los viticultores de la zona será muy difícil tenerla. «Una bodega propia ahora es un capricho demasiado caro».
Es consciente de que las grandes empresas que están dentro de la Indicación Xeográfica querrán meterse con los pequeños productores, «porque eles querrán vender máis», aunque afirma que, de momento, el vino se sigue vendiendo en los furanchos. Pero sabe que puede suceder, de ahí que considere importante pensar en unirse todos los pequeños productores de Cabo Home.
Cuando el sol comienza a ponerse, el tránsito en el camino vuelve a complicarse. Los perros regresan atados a los remolques y sobre ellos los trabajadores, que dejan las vides hasta el día siguiente. No serán los mismos hombres ni las mismas mujeres las que vendimien. Nunca son los mismos ni nunca son el mismo número. Es lo que tiene eso de venir a ayudar.