M.B. – Vigo
A las etiquetas y contraetiquetas les ha salido un fuerte competidor en el diseño de botellas de vino. Los ‘sleeve’, planchas de vinilo adheridas a la botella a través de la acción del calor, han llegado al sector para quedarse.
Algunas bodegas los usan desde hace algún tiempo pero los entendidos apuntan a que 2019 será su año y es que son cada vez más los elaboradores que se animan a implementarlos en alguna de sus líneas de productos.
Un tipo de diseño que tiene un público objetivo claramente definido y que busca atraer al mundo del vino a los consumidores jóvenes. Eso, en un momento en el que el relevo en el consumo se erige como uno de los mayores retos para el sector.
Así lo cuenta el diseñador gallego Kike López, del estudio Marta Lojo y quien explica en términos sencillos en qué consisten los ‘Sleeve’: “Es como si coges un lienzo o un cuadro y lo pegas a la botella; algo así como un sustituto de la serigrafía”.
El aumento del espacio y la sensación de continuidad son algunas de las ventajas de esta técnica, que reduce todos los elementos a una única pieza: 360º que subrayan la idea de la botella de vino como una obra de arte.
En la misma línea, explica López, los ‘Sleeve’ dan más juego y permiten trabajar con diferentes opciones de materiales y acabados: barnices, mates, relieves… Para redundar en ese toque fresco y divertido que atrae a un perfil de público más joven.
Por lo demás, este año no habrá grandes cambios en diseño. La botella Borgoña seguirá marcando la pauta para los vinos de calidad, “de momento, no hay nada que le haga sombra”, y en tipografías continuará el descenso en el uso de las letras góticas, típicas del Rhin, a favor de letras inglesas, “de trazo suelto y elegante: un clásico que vuelve a estar de moda”, y también las romanas.
Finalmente, se seguirá viviendo esa vuelta a las etiquetas con información frente a la tendencia minimalista de años atrás: “El consumidor quiere saber más sobre lo que bebe, se lleva saber de vino y hablar sobre él en la mesa”.