Vinos internacionales, inspiración local

Jonas Tofterup MW

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La suavidad en los tintos, la sutileza o ausencia de madera en los blancos o el auge de los rosados. En un sector cada día más globalizado como el del vino, es importante, también para los productores locales, prestar atención a las tendencias de elaboración que triunfan en los distintos mercados exteriores. Las pequeñas producciones o las marcas ya consolidadas en los destinos internacionales tienen más facilidades para ir por su cuenta pero, incluso en esos casos, resulta muy interesante levantar la vista a lo que está ocurriendo en otras partes del mundo.

Un ejercicio inspirador a la hora de diversificar la producción que puede llevarnos, incluso, a conocer nuevos modos de reforzar nuestra propia personalidad y que de no hacerse implica el riesgo de que nuestra marca y/o trabajo se quede desfasado. El mejor modo de impregnarse de estos conocimientos es catar los propios vinos, referencias con altos niveles de demanda, muy reconocibles por el consumidor final, a las que les basta con estar en la carta de un restaurante para ser requeridas por los clientes.

Un pinot grigio de Italia, un sauvignon blanc de Nueva Zelanda, un rosado de la Provenza, un riesling semi-seco, un malbec de Argentina, un primitivo del sur de Italia o un chardonnay genérico del Nuevo Mundo son algunos de los ejemplos que encajan en esta idea. Vinos de moda en el continente europeo, donde el consumidor busca cada vez más elaboraciones ligeras, fáciles de beber, con menor graduación…

Frescura y fruta. Eso es lo que quiere la gente y eso es lo que explica el auge de blancos sin madera o que cada vez más hablemos de tintos suaves, con menor carga de taninos y muy redondos, quizás algunos con un pelin de azúcar residual, más comerciales. También explica en parte el auge que viven los rosados en prácticamente todo el mundo, a excepción de Asia. Hay moda de ‘Pink’, de rosa, en vinos y también en otras bebidas como los ginebras. Si antes se asociaba al mundo femenino; hoy en día es ya transversal. Atrae su color — sobre todo el rosa pálido— y la frescura de un tipo de bebida asociada al relax.

Para acabar y por otro lado, es también reseñable la puesta en valor de las uvas autóctonas, exclusivas de una zona, y las producciones pequeñas y locales si bien es cierto que esta tendencia se siente más entre prescriptores y amantes del sector que en el consumidor tipo.

Tendencias, todas ellas, que encajan en mucho con las elaboraciones gallegas, vinos que destacan por su frescura y buena acidez, con graduaciones alcohólicas que no superan los 14 grados. Falta ahora seguir trabajando para ponerlas en el mapa y es que, exceptuando el Albariño-Rías Baixas, son todavía desconocidas para buena parte del público no especializado. 

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