A José Luis y sus “vinos amigables”

In memoriam // José Luis Cuerda

Compartir: 

Foto: El director José Luis Cuerda, en su bodega de Gomariz.// Brais Lorenzo

María Vidal*

 Amante del vino y más aún de las conversaciones que se alargan en torno a una copa: era un contador de historias nato; se nos ha ido José Luis Cuerda, el mejor embajador que ha podido tener O Ribeiro, al que rendía honor en cuanto se le presentaba la mínima ocasión. Dicen que llegó a la comarca tras el rodaje de ‘La Lengua de las Mariposas’ pero lo cierto es que fue antes, allá por mediados de la década de los 90, cuando decidió comprarse una casa en O Carballiño tras haber filmado un cortometraje en los alrededores de la villa. Luego sí, llegaría su famosa adaptación y, casi al mismo tiempo, su querida bodega de Gomariz, a la que levantó desde las ruinas empeñado en mantener la estructura de la construcción original del S XVI. Tenía cientos de papeles antiguos, adoraba recordar que la del vino de O Ribeiro era una historia de siglos o que entre aquellas mismas paredes de la bodega Sanclodio habían elaborado ya los monjes: “Mira, mira esto…o aquello otro”, decía. Y eso que la zona era todo lo contrario a Albacete, su lugar de origen, pero decía que le encantaban la tranquilidad y los paisajes de aquí y que por eso venía siempre que podía. Se construyó un pequeño despacho anexo a la bodega en el que pasaba horas escribiendo sus guiones y no se perdía una vendimia. Le recuerdo especialmente durante la primera que compartimos, en el 2005, trayendo bocadillos, colaborando en todo “lo que la edad y el cuerpo me dejan”, decía él; un vendimiador más al que le encantaba comer uvas; especialmente la loureira; y, sobre todo, hablar, hablar, hablar… y escuchar: Estaba horas hablando con unos y con otros, contando anécdotas y escuchando las que la gente le contaba; a muchos trabajadores les chocaba al principio que alguién como él fuese tan “normal” pero es que ese era él: humildad, curiosidad, alegría y humor, siempre con ganas de aprender y, a la vez, con un profundo respeto por el trabajo del resto, confiaba en los demás. No tuvo una vida fácil pero él la compartía entre bromas. Así era como quería que fuesen los vinos de Sanclodio: “amigables”, lo de “amigable” lo ponía en todo, que “nuestros vinos podamos beberlos y estar charlando y que se sigan abriendo botellas, eso nos viene de maravilla, María”, decía y él era el primero en ponerlo en práctica siempre que podía: catábamos y hablábamos, mi padre, él y yo, durante una, dos, tres, cuatro horas, vinos amigables, vinos en los que lo más importante siempre fue poder disfrutar de la compañía de la gente. Él enganchaba, envolvía, tenía esa capacidad; con él era como si viajases. Su recuerdo y su labor quedan ahora en buenas manos con sus hijas y el legado de sus vinos: esa frescura e intensidad; el toque justo de acidez; contadores de historias también…Pero no hay duda de que su familia gallega, como nos llamaba y nos hacía sentir, le va a echar mucho de menos.

*Enóloga de Sanclodio

Categorías: