A los pies de Galicia: el ‘terruño’ en clave de suelo

Sumadas a la diversidad de microclimas y las propias técnicas de producción, las características edafológicas de los terrenos explican la marcada personalidad de los vinos autonómicos

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M.B. Vigo

Cada vez son más los expertos de todas las áreas de la cadena de valor del sector que miran al suelo a la hora de contar una elaboración. Componente indisoluble del concepto de ‘terruño’ o ‘terroir’, el suelo se une a clima y variedades para dar lugar a un vino de características determinadas. Pero: ¿Por qué?, ¿de qué modo consiguen influir los parámetros edafológicos en la vid, su fruto y el vino resultante de los mismos hasta el punto en el que los entendidos pueden llegar a identificar la zona de la que procede? La respuesta científica es compleja según coinciden en señalar los profesionales consultados por Galicia en Vinos y comprende multitud de parámetros que van de la textura a la profundidad, pasando por la pedregosidad, la estructura, el Ph o la influencia mutua existente entre clima y suelo, con un impacto en las características de la planta, como su vigor, y también del vino, como pueden serlo esos ‘toques salinos’ presentes en algunas elaboraciones gallegas. En resumen y explicado de forma sencilla, podría decirse que la relación entre la vid y el suelo es la misma que existe entre la persona y su alimentación en tanto en cuanto la primera se nutre a través de la raíz.

Variedades adaptadas

De lo que no parece caber duda es de que las distintas Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas Protegidas de la comunidad cuentan con suelos perfectamente adaptados para el cultivo de la vid. No en vano los viticultores gallegos han ido seleccionando a lo largo de los siglos aquellas variedades de uva que más se ajustan al clima autonómico sí, pero también a las características de sus suelos. Son ellos su sustento y quienes explican, sumados a la gran diversidad de microclimas y a las propias técnicas de producción, la marcada personalidad y naturaleza propia de los vinos gallegos.

Predominio del granito

En términos generales, los suelos de la comunidad se caracterizan por ser poco profundos en los viñedos en ladera y más profundos en las zonas de valle, donde por lo tanto resultan también más fértiles. La roca protagonista en los suelos gallegos es el granito o sábrego (granito descompuesto), circunstancia que favorece la buena aireación y un drenaje adecuado, ideal para un clima de elevadas precipitaciones como es el que caracteriza al noroeste de la Península Ibérica. Los Phs de los suelos gallegos, por su parte, son más bajos que los del resto de España, con una vertiente de acidez prácticamente única en la península, lo que contribuye a la frescura de los vinos pero también conlleva a la necesidad de corregir la falta de nutrientes con enmiendas calcáreas de caliza en el terreno, que faciliten un mayor equilibrio en la planta. La historia de las zonas de costa cuenta con una curiosidad en este sentido y es que, tradicionalmente, los viticultores de esos lugares utilizaban moluscos triturados para llevar a cabo esas correcciones.

La pizarra, en Valdeorras y Ribeira Sacra

Tan cierto es que los suelos gallegos son predominantemente graníticos como que el terroir de la comunidad se distingue por hacer gala también de una gran diversidad en este campo. Así, en la subzona de O Val do Salnés de la Denominación de Origen Rías Baixas, por ejemplo, puede encontrarse una estrecha banda de rocas metamórficas. Especial mención merece en este sentido la Denominación de Origen Valdeorras, con suelos aluviales de llanura, aluviales de terraza, arcillo-ferrosos, calizos y, finalmente, pizarrosos. Esta última tipología, la predominante en el sello valdeorrés y también típica de la Denominación de Origen Ribeira Sacra, habla de suelos poco profundos, más compactos, también con una vertiente moderadamente ácida, que da lugar a vinos con una mayor mineralidad y maduraciones que tienden a ser un poco más altas.

Múltiples características y tipologías, unas y otras, que se unen a los microclimas y a la sabiduría ancestral acumulada por el sector durante siglos de historia para dar lugar a esos vinos únicos, con personalidad y que presumen ya en medio mundo de aromas y sabores propios; en definitiva, de terruño. 

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