Albariño se escribe con «b» y con «ñ»

«Este 2017, Rías Baixas no ha exportado nueve millones de botellas, sino una botella tras otra hasta llegar a esa cifra».Los actores de la D.O. valoran positivamente los datos en ventas y creen que hay que seguir trabajando

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Cuenta Ramón Huidobro, secretario general del Consejo Regulador de Rías Baixas que, durante una feria en China a principios de siglo, cuando el gigante asiático empezaba aún a abrirse a los productos occidentales, un importador del país quiso comprar toda la producción de la D.O. del albariño de una sentada. -«¿Cuántos litros elaboráis?» – «Unos 12 o 13 millones» -«Pues mi jefe se lo compra todo», sentenció uno de los empleados del empresario anónimo y quien, por cierto, acabó enfadadándose con Huidobro mientras este trataba de explicarle por qué no era aquello posible.

El hecho, más allá de lo anecdótico, sirve para ilustrar la ya por aquel entonces proyección internacional de los vinos de Rías Baixas, que cada año vende, no solo más, sino también más caro fuera de nuestras fronteras. Se trata, según recuerda su secretario general, de una D.O. con vocación exportadora desde los inicios: En 1995, año de su sexta cosecha como sello de calidad, las ventas internacionales representaban más del 5% de sus cifras de comercialización. Hoy, ese porcentaje ha ascendido hasta rozar el 26,5%: En 2017, Rías Baixas facturó más de 36 millones de euros fuera del país.

«Se consolida así», en palabras de Enrique Costas, director general de Terras Gauda, grupo que exporta, en la actualidad, el 22% de su producción a un total de 60 países, «una tendencia a la recuperación tras la crisis de 2008 que puede fijarse a partir del año 15». Lo mismo opina Miguel Posada, Export Manager de Eidosela, bodega que ha crecido, de media, un 30% anual en estas ventas a lo largo de los últimos cinco años. «Se está viendo una evolución positiva desde hace 2-3 años en cuanto a exportación, ya no solo en Eidosela, sino en todo Rías Baixas. Se están agotando las cosechas», asegura.

¿Pero cuál es la clave de todo esto? ¿Qué es lo que hay detrás del «buque insignia del sector», tal y como lo calificó la titular de Medio Rural, Ángeles Vázquez, esta semana en rueda de prensa? La respuesta, parece dar igual a quien se le pregunte, es inequívoca: Calidad y singularidad. En efecto, asegura Costas al ser preguntado por las claves del posicionamiento internacional de la D.O: «Rías Baixas no compite por volumen, sino por diferenciación y lo hace gracias a elementos tan singulares como sus variedades autóctonas». Eso, dice, es lo que al final valora el consumidor.

En la misma línea se sitúa Posada: «En nuestro trabajo, nos ayuda el producto, el esfuerzo diario de las bodegas y la labor de promoción del Consejo». Tres patas de las que también habla Pedro Piñeiro, propietario de la pequeña bodega Pazo Quinteiro da Cruz, que exporta en torno al 20% de su producción. Destaca así la calidad de la uva albariño, «una de las castas más importantes del mundo» – «eso lo primero»- y también la buena labor desarrollada por viticultores y bodegas, además de la del Consejo, quien, en su opinión, «ha sabido encarrilar todos estos conceptos».

Piñeiro, también secretario canciller del Capítulo Serenísimo del Albariño, lo tiene claro: «Rías Baixas está en las mejores mesas del mundo; en este momento, puedes ir a Japón, China, Sudáfrica, California? Que siempre vas a encontrarte con una botella de Rías Baixas». «Ya son muchos», dice, «los que conocen el vino y quién no, después de probarlo, le da un 10». Quizás sea por ello que la denominación que lo ampara se sitúe, a nivel nacional, en el tercer puesto en lo que a comercialización de blancos en el exterior se refiere, o que su litro se venda fuera de nuestras fronteras a casi cinco euros y medio de media, una cifra que supera, a su vez y con creces, los promedios del precio del vino español en los mercados de exportación, que rondan los 1, 25 euros.

Así es, y según confirma Costas, entre todos sus actores, «Rías Baixas está consiguiendo posicionarse en los mercados internacionales a un precio medio-alto». Hecho que, por un lado, «refuerza el valor percibido del producto así como genera recursos para mantener las calidades imprescindibles para enfrentarte a un mercado global» y, por el otro, «hace que el consumidor le exija más al vino, una expectativa que», concluye, «los vinos de Rías Baixas son capaces de cubrir». La ambición, en cualquier caso, adelanta Huidobro, «es seguir creciendo en volumen y en valor» y es que, «aunque la poesía está muy bien», «el viticultor tiene que recibir un precio justo por su trabajo» y esa es la «la naturaleza de una D.O.»: «Generar riqueza en el medio rural en el que se desenvuelve».

Por ello, opina Piñeiro, y aunque la D.O. vive hoy un «momento maravilloso», «debe seguir sumando, no estancarse ni creerse los buenos resultados». Lo mismo sostiene Posada: «Rías Baixas está bien posicionada en el exterior pero no puedes perder ni un minuto en pensar en lo que has hecho; es constante, año tras año, porque a la mínima que te duermas?». «El futuro de Rías Baixas pasa por tres áreas estratégicas que hay que profesionalizar y dotar de recursos: Innovación, internacionalización y enoturismo», le completa Costas para dejar paso a Huidobro, quien también comenta que aún queda mucho por hacer.

«Hace 30 años, el albariño estaba centrado en algunos territorios de la provincia de Pontevedra; hoy, esta variedad a la que nadie conocía fuera de Galicia excepto el madrileño que venía a veranear a Sanxenxo, es universal: Los viticultores franceses han solicitado al Parlamento galo la inscripción de esta casta en la lista de variedades utilizadas en el país, hay albariño en Estados Unidos, en Japón, en Israel… Eso en 30 años y eso hecho por 5.000 familias, 5.000 familias ¿Tú te das cuenta el valor que tiene eso? Rías Baixas ha sido la gran revolución agraria de Galicia: Transformó el campo, las empresas, incluso la mentalidad de la gente». «Vas a Japón, coges una carta y ves un vino de Rías Baixas y se te pone la piel de gallina porque tú sabes, al final, todas las horas que hay detrás de esto, la gente que viaja los fines de semana y que se pone a trabajar a las seis de la madrugada después de un vuelo transoceánico, conoces esa venta a puerta fría que es tan difícil a veces».

Recuerda el secretario general de Rías Baixas aquello que una vez le comentó un miembro del gobierno portugués en la que él, nunca antes, había pensado: «Vosotros si que lo habéis hecho bien porque os habéis ganado la categoría del albariño; nosotros llevamos años vendiéndolo por todo el mundo pero sois vosotros los que habéis sido capaces de construir la marca». Sabe, Huidobro, que este 2017, Rías Baixas no ha vendido nueve millones de botellas, sino una más una más una… y así hasta llegar a nueve millones y así, cada año, desde que nació la D.O. Después de 3 décadas, en todo el mundo, Albariño se escribe con «b» y con «ñ».

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