Cuando hablamos de Galicia, pensamos en sus espacios naturales y en su gastronomía, uno de los secretos mejor guardados del noroeste español. La riqueza de sus rías, que tienen en el marisco y el pescado su identidad más clara, es el punto de una buena mesa en la que los platos más sabrosos se maridan con el vino Marqués de Vizhoja.
Con esa filosofía nació Marqués de Vizhoja de la mano del fundador de Bodegas Marqués de Vizhoja, Mariano Peláez, como un vino que pudiera transmitir en la copa todo su orgullo, el de «sentirse gallego», así como los diferentes matices sensitivos que nos hacen recordar en el paladar todo lo que es importante de la vida, y nos gusta.
Una idea que, desde el principio, se transmitió en Marqués de Vizhoja con un rodaballo como marca de identidad que primero se incorporó a las botellas como una medalla en papel atada al cuello. Una compañía que ha estado siempre unida al vino porque: ¿Qué es una buena copa sin un buen manjar en el plato? Porque Marqués de Vizhoja es toda una tradición pero una tradición renovada que brilla con una luz muy personal por su finura y persistencia, evocando frutas frescas, aunque con un toque ligeramente salado que recuerda al marque baña las costas gallegas, el océano Atlántico.
De sabor elegante y gustoso, bien equilibrado, agradable y refrescante, Marqués de Vizhoja hace historia como una seña de identidad no solo para la gran familia Peláez, sino para los gallegos que han crecido con la historia de un marquesado que ha dado mucho que hablar en el sector vinícola mundial.