A Jesús Requena,
compañero y amigo.
A mi amigo y colega Castor Conde Balado.
Tengo que buscar en los recovecos de la memoria alguna anécdota ilustrativa de los tiempos de la revolución del albariño en Galicia, que tuve la fortuna de vivir de primera mano cuando ejercía como funcionario del grupo A del Ministerio de Trabajo. Yo creo que, entonces, ya no era PPO, sino SEAF(Servicio de Empleo y Acción Formativa)-PPO, el organismo precursor del actual INEM, del que, en su día, hace ya muchos años, pedí la excedencia.
Era entonces el responsable de la Formación Profesional Ocupacional en la Provincia de Pontevedra y, bajo mi responsabilidad directa, estaba Jesús Requena, el que sería, con otros, un hombre clave en la revolución –pues fue una revolución– que se llevó a cabo en lo que hoy es la D.O. Rías Baixas.
Tuvimos –conscientes de lo que se estaba cociendo, ya que no hay revoluciones si no hay caldo de cultivo para llevarlas a efecto–. Tuvimos, digo, que hacer maravillas: cursos específicos de una semana, pedir autorizaciones a Madrid, inventar cuadernos didácticos y un largo etcétera para poder enseñar y emplear a “nuestros” alumnos en las plantaciones que, a su vez, había que crear para producir esta riqueza y hacer prácticas. Nuestra misión era únicamente enseñar; lo que era imposible sin plantar. Pero se hizo. Con Jesús Requena en primera línea de fuego.
Quiero recordar –de ahí el tuvimos– al que era entonces director provincial, Castor Conde Balado y al que dedico estas líneas por ser siempre cómplice y compartir y apoyar nuestras inquietudes, las de todos los técnicos, entonces jóvenes, que vinimos destinados a la Dirección Provincial de Pontevedra con sede, por una vez, en Vigo, donde estaban los grandes números en lo que a formación y empleo se refería, exceptuando y con matices, al sector primario.
Vi nacer, pues, de primera mano y perfectamente informado, las plantaciones de Gran Bazán, Fillaboa, Lagar de Cervera, Pazo de Baion… Y, por supuesto, a las dos grandes cooperativas Martin Codax y Salnesur, el Consejo Regulador… En fin, el largo etcéterea antecesor de lo que después vendría.
También, y creo no equivocarme, la primera cooperativa o SAT que tuvo, creo recordar, sus antecedentes en aquellos llamados grupos de colonización, de la que voy a hablar.
No puedo precisar la fecha pero, con toda probabilidad, a principios o mediados de los 80, se inauguró, físicamente, la primera bodega en Sisan, llamada, popularmente, en aquel momento, Cooperativa de Sisan, del, digamos, nuevo hacer, con el entonces fantástico y novedoso –por limpio, fiel a la variedad albariño y bien elaborado– vino “Dom Bardo”, respaldada por el Sr. Casalderrey que, me parece recordar, estaba o había estado muy recientemente en la presidencia de la Diputación y, posteriormente, sería senador y conselleiro de Agricultura.
Allí estaban Casalderrey, David Perez Puga, creo que también Pío Cabanillas y una amplísima representación de la política pontevedresa, gallega y gallega en Madrid. El entonces director general del INEM era mi querido y admirado amigo, José Luis Carballo Alonso, gallego de pro. Llama por teléfono el día de la inauguración y pide que se ponga el director provincial, que estaba en cama con una gripe de aquí te espero. Y ahí tienen ustedes. a este, entonces pipiolo funcionario, atendiendo la llamada y escuchando a José Luis:
-“¿Quién está ahí?… (Se lo acabo de contar) “…Fonseca….. …que no se politice el acto…”
Y este humilde servidor le contesta:
-“NO TE PREOCUPES QUE MIENTRAS ESTE YO AQUÍ, EL ACTO NO SE VA A POLITIZAR”.
Quizá me falla la memoria pero, creo, los únicos no políticos que estábamos allí éramos Jesús Requena y yo, además de los cooperativistas.
La no politización consistió en que, en mi breve discurso hice hincapié en que todo lo que se había hecho era, simplemente, cumplir nuestro deber de funcionarios que para eso cobrábamos. También recuerdo que, a alguno de los presentes, especialistas en autoponerse medallas, no le gustaron demasiado mis palabras. Pero que sepas, José Luis, si lees estas líneas, que obedecí tu orden.
Cuento esto porque, en todo caso, ya apuntaba lo que iba a venir después, que fue un recorrido muy positivo y en el que concurrieron muchos esfuerzos, para lo que hoy es la D.O. Rías Baixas pero que, a mi juicio, pecó de exceso de politización, acompañada de más autocomplacencia de la debida y con escaso reconocimiento, expreso o tácito, a las múltiples iniciativas privadas autóctonas para profesionalizar más, cada día, un sector difícil y competitivo que, además, en nuestra tierra, la estructura geográfica y de hábitat dificultan enormemente.
Se produjo un crecimiento muy rápido en lo productivo y no acompañado –cuando no frenado– de la necesaria y paralela profesionalidad empresarial que garantizara la comercialización en el dificilísimo mundo del vino.
Todo esto, unido al factor de singularidad y calidad de nuestros vinos y el complemento que supone para ellos, explica la nada casual presencia aquí de muchos de los grandes grupos bodegueros españoles o portugueses que, leyéndolo en positivo, porque son hechos consumados (las monedas tienen dos caras) sí están aportando parte de esa profesionalidad que, entre todos, estamos consiguiendo día a día.
Creo, sinceramente, que estamos en un momento crucial para los vinos gallegos en general y los de Rías Baixas en particular, que, después de todo lo conseguido, han de hacer repensar cómo deben plantearse los retos de futuro, oyendo a todos sí, pero dando el protagonismo que se merecen a los que hemos sido (permítanme la inmodestia de incluirme) los verdaderos artífices de esta revolución.
En este nuevo trayecto entiendo que es absolutamente IMPRESCINDIBLE mantener la SINGULARIDAD y LA CALIDAD que se traducen en PRESTIGIO, que es, a su vez, la llave para poder mantener unos precios de mercado bajo paraguas de MARCA y D.O. (en su caso) fiables y que pueda soportar los altísimos cortes de producción de vinos de calidad en nuestra tierra.
*Jose María Fonseca, Fundador de Terras Gauda