«El corcho es el espejo del alma»

El gallego Vicente Fernández se hace con el oro en EnoDesign Experience, el primer certamen español de diseño que quiere reivindicar el valor estético que existe en este tipo de cierre

Compartir: 

Vicente Fernández (1977, Pontevedra) quiere que el consumidor le ponga cara al vino. Para ello ha diseñado una propuesta gráfica en la que los corchos pasan a tener rostro. Gracias a su proyecto «El corcho es el espejo del Alma», Fernández acaba de hacerse con el oro en la I Edición del Concurso EnoDesign Experience, una iniciativa organizada por la agrupación de asociaciones e instituciones del sector del corcho en España Iniciativa Cork y que nace con el objetivo de reivindicar el valor estético de este elemento de la botella.

Fernández, ingeniero de profesión, decidió reinventarse hace ahora seis años para potenciar su faceta más creativa. Así es, cuenta, como nació Imaxinemos, un proyecto centrado en la comunicación gráfica del vitivinícola -las bodegas representan en torno al 70% de sus actuales clientes-. Si bien ya tuvo contacto con el sector en su niñez, reconoce que ha sido a lo largo de la última media década cuando realmente lo ha descubierto.

«El mundo del vino me enganchó enseguida», recuerda en esta línea sus inicios y explica: «Es un sector que se vive con muchísima pasión, donde todo el mundo pone un gran empeño y en el que eso se percibe». Por ello, asegura, disfruta tanto de ayudar a contarlo en un momento en el que, además, Galicia empieza a posicionarse a nivel nacional e internacional como una de las regiones productoras de referencia.

Parte de su trabajo ha sido ahora reconocido con el I Premio de EnoDesign Experience, un certamen nacional en el que ha destacado con su proyecto «El corcho es el espejo del Alma». En él, Fernández propone poner cara a los corchos de las botellas y que las distintas expresiones del rostro humano ayuden así a reflejar la personalidad y el carácter de cada uno vinos que este tipo de cierre ayuda a preservar.

Una idea que sigue la lógica de la nomenclatura de las distintas partes de una botella de vino y es que: Si esta tiene boca, cuello, hombros y cuerpo, parece lógico que posea también cara y qué lugar mejor para representarlo que el corcho. Así lo sostiene Fernández, quien cree que este tipo de cierre influye, al igual que ocurre con la etiqueta o la propia forma de la botella, en la primera impresión que el consumidor se lleva de un vino.

Vicente propone, además, que «para cada botella se saque una serie de unos ocho corchos con rostros diferentes para que así el consumidor los pueda coleccionar, guardar como un recuerdo de ese momento que disfrutó», describe, «en torno a una copa de vino y rodeado de una gran compañía».

Además de por la reivindicación del valor estético del corcho, esta iniciativa resulta también interesante en lo referente a uno de los grandes retos de la actualidad del sector: El relevo en el consumo. En efecto, explica Vicente, «está pensada para ese tipo de público que se incorpora ahora al mundo del vino, que busca cosas frescas, alegres, que se salen de lo común».