El vinícola gallego lo está haciendo muy bien. Lo demuestran los datos de producción y exportación de nuestras bodegas así como los distintos reconocimientos con las que estas se hacen con cada vez más frecuencia a nivel nacional e internacional. Nuestros vinos están en auge, crean riqueza y nuevos puestos de trabajo y, además, lo hacen tanto dentro como fuera del propio sector.
La última prueba del creciente prestigio de los vinos gallegos, la nominación de Galicia como candidata a Región Vitivinícola del Año por la publicación Norteamericana Wine Enthusiast, no hace sino confirmar lo que, desde hace unos años, venimos observando desde la Asociación Gallega de Agencias de Viajes (AGAVI): el enoturismo está llamado a ser una de las patas importantes del sector turístico gallego.
Desde el año 2013, las distintas agencias que componen la AGAVI han venido incorporando, de manera progresiva, diversos paquetes en su oferta receptiva en los que el vino se convierte en el principal protagonista. Una iniciativa que está funcionando muy bien y que, en los últimos años, ha registrado un crecimiento no solo importante, sino también sostenido. Algo que, naturalmente, se nota en el negocio.
Es indudable que la labor de promoción del sector realizada por distintas entidades de la comunidad tiene mucho que ver con el aumento de las ventas de packs enoturísticos. Un contexto en el que también hay que aplaudir a los viticultores que consiguen ser reconocidos internacionalmente con cada vez más asiduidad y que, con su trabajo a nivel vitícola pero también comercial, nos favorecen a todos.
El enoturismo tiene muchas ventajas frente a otros tipos de turismo. Así, por ejemplo, se observa que el turista enológico resulta ser un perfil muy interesante para las agencias de viajes, ya que tiende a situarse en una escala socio-económica más alta que el de otros tipos de turista.
Además, quizás una de las mayores cualidades del enoturismo sea el hecho de que que es una actividad desestacionalizadora. Degustar y conocer un vino así como descubrir su proceso de elaboración o las bodegas y viñedos en los que nace puede hacerse en cualquier época del año: invierno, otoño, verano…
En este sentido, funcionan bien las rutas del vino, las visitas a bodegas o las degustaciones en las que los vinos se combinan con nuestra gastronomía y cada vez son más los grupos de turistas que se interesan por este tipo de actividades cuando vienen a conocer o, en su caso, a disfrutar una vez más de Galicia.
Lo cierto es que las empresas que nos dedicamos a organizar este tipo de rutas estamos encantadas. Están teniendo muy buena aceptación entre el público.
La diversidad que destacan nuestros clientes se vuelve evidente cuando viajamos de una Denominación de Origen a otra: situadas pocos kilómetros unas de otras, encontramos en ellas realidades totalmente distintas: podemos pasar del del mar en Rías Baixas a los bancales de Ribeira Sacra en muy poco tiempo.
¿Y la gastronomía? Tenemos muy buenos cocineros. El turista valora, además, lo bien que se come y se bebe en nuestra tierra y que se pueda hacer, además, en todas partes: tanto en un restaurante con estrella Michelín como en la tasca de un pueblo alejado. Algo que refuerza nuestro patrimonio arquitectónico y paisajístico, otro de los puntos fuertes gallegos que sorprenden al turista.
Así, cuando hablamos del vino de Galicia a un cliente, no solo hablamos de su calidad. Paisaje, gastronomía, riqueza cultural, sabores e historia, diversidad… Es, por supuesto, el tándem perfecto de la oferta enoturística gallega.
Todo ello, unido, es la mejor prueba de lo que decía al principio de este artículo: el mundo del vino está llamado a ser uno de los grandes puntos fuertes de nuestro sector turístico.
No cabe duda de que solo queda seguir trabajando como hasta ahora para potenciarlo todavía más.