La vendimia adquirió este fin de semana un ritmo frenético. Unas 5.000 personas llenaron tractores y remolques de una uva muy sana pero con menor graduación, principales características de esta cosecha que se espera de una calidad próxima a la excelencia.
Las bodegas no daban abasto a mediodía pese a la experiencia de tantos años en la fabricación de albariño, considerado como uno de los mejores vinos del mundo. Los nervios a flor de piel en la recepción de decenas, de cientos de tractores y remolques llenos de cajas con uva blanca y algo menos de tinta.
Pero bajo la parra reinaba la cordialidad y el buen ambiente. «La uva está muy sana y con una graduación menor a los 13 grados, por lo que está justo en el momento de sacarla», explica Ramón Gómez que tiene a su cuidado una extensión de ocho hectáreas en Oubiña.
Estima que su producción bajará algo con respecto al pasado año cuando obtuvo 70.000 kilogramos en sus cepas de «albariño», de entre 6 y 13 años.
Ramón Gómez es el prototipo de viticultor joven. «La mayor parte de las tierras son alquiladas y la cosecha está ya comprometida para la bodega Pazo Cilleiro», explica.
Estos días tiene bajo sus órdenes a una treintena de personas. «Muchos son de la familia, la mujer, hermanos, cuñados, sobrinos, pero también contratamos a vecinos que ya nos ayudaron otros años», explica sin apagar el motor del tractor con el que transporta cajas y cajas llenas de uva blanca.
Bajo las parras los jornaleros aprovechan su sombra para cortar racimos. «La uva está en su punto», reconoce una de las vendimiadoras de la familia.
Un poco más allá «sudaba la camiseta» el propio jefe territorial de la Xunta José Manuel Cores Tourís quien acude todos los años a «esta fiesta» de la vendimia.
Tourís sostiene que la de este año va a ser una buena cosecha «aunque con algo menos de producción que el pasado año» cuando se rozaron los 40 millones de kilos en Rías Baixas.
Pero para ello durante todo el año hubo que estar muy atento a las cepas. «Tuvimos que aplicar muchos tratamientos», admite Ramiro Gómez. Y es que fue un año raro, meteorológicamente hablando con mucho frío, muchas lluvias, un mes de julio inestable y demasiado calor en agosto y septiembre.
Tan raro que la vendimia se retrasó casi un mes con respecto a 2017, pero que sobre todo en la que hubo que estar atento a los brotes de mildiu y oidio que aparecieron en algunas fincas.
Eso obligó a multiplicar los tratamientos con fitosanitarios, lo que implicó más trabajo y más gastos. Aún así, el resultado final se espera rentable pues las bodegas también han decidido pagar la uva a un precio bastante razonable.
«El promedio es de 1,40 euros por kilo, lo que está muy bien si se compara con los 80 céntimos que se pagaban hace cinco años», expone Gómez.
Esta cifra cubre los gastos y permite incluso contar con algún jornalero más que en anteriores ediciones pues se estima que cada uno cuesta como el 15% del trabajo que realiza.
Pero sobre todo permite apurar la cosecha, lo que es precisamente uno de los criterios más importantes para los viticultores.
«No nos podemos permitir alargar el período de recolección de la uva porque aumentaría su graduación alcohólica y no es lo que buscan las bodegas en esta campaña», explica Ramiro Gómez.
El propósito en todas las parcelas, por muy extensas que sean, es culminar con los trabajos, como mucho, el próximo fin de semana, por lo que los próximos días son cruciales para bodegas y cooperativas de la Denominación de Orixe Rías Baixas.
«En una semana como la que viene -la que comienza hoy- la uva puede subir un grado de alcohol por la mayor maduración», explica el viticultor cambadés consultado en Oubiña.
«Las uvas que llevé a la bodega el sábado rondaban los 12,80 grados, un nivel que ya han alcanzado en otras parcelas de la zona y que han tenido que apurar algo más la vendimia», explica con total despreocupación por las suyas.
Y es que en Rías Baixas ya hubo algunas bodegas muy madrugadoras, en especial aquellas que producen vinos espumosos que precisan que la uva albariña tenga los mínimos grados posibles. De hecho algunos racimos llegaban al lagar casi sin madurar.
Y también habrá cierta actividad en octubre cuando se cierre la recogida de uva tinta de Barrantes. Con todo algunos cosecheros hicieron que coincidiera con la de uva albariña, treixadura o godella, que son las amparadas por la Denominación.
Entretanto, bajo las parras se vivía una jornada casi de romería. «Es un trabajo muy amable en el que no queda tiempo para el aburrimiento y que permite mantener largas conversaciones», explicaba otro de los jornaleros.
Además de con horarios relamente flexibles. «Empezamos a las 10 hasta las 13.30 horas, comemos y volvemos de 15 a 20 horas», explica Ramiro Gómez. «Algunos comen aquí al aire libre pero yo prefiero irme a casa y comer con la familia», agrega