Jorge Hervella: “Allí donde una copa siempre pide otra”

«Debo confesar mi debilidad por los plurivarietales, más complejos, en los que cada tipo de uva aporta algo nuevo»

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Cuando llegué al Condado de Tea, en el 96, llevaba unos cinco años trabajando como enólogo. Hoy, es la subzona de Galicia en la que más bodegas asesoro y a ella le guardo un cariño especial, no solo por la buena acogida y el apoyo de sus gentes, sino también porque fue el Condado quien me ayudó a entender una de las grandes riquezas que distinguen a Rías Baixas como D.O.: Su diversidad.

Empezar a trabajar en lugares como Arbo o As Neves, entre otros, supuso todo un descubrimiento para mí. Nuevas variedades, sí, pero también matices desconocidos hasta el momento en una uva ya muy familiar, el albariño. Suelos diferentes, microclimas especiales, otros sistemas de conducción… Aquello me permitía establecer comparativas entre una y otra subzona, sacar conclusiones, llegar a conocer en profundidad un sello tan importante como es el de Rías Baixas.

En efecto, el Condado se distingue por sus suelos, sobre todo arenosos, con alguno granítico, lo que aporta una buena acidez a los vinos y algún que otro toque de salinidad. Más aún por su microclima, con temperaturas más extremas tanto en verano como en invierno. En la época estival, puede superar en hasta tres o cuatro grados a las de otras subzonas, lo que consigue una mejor maduración de la uva y grados alcohólicos también ligeramente más altos. Es el clima lo que marca, además, la elección del sistema de conducción en el Condado. Hoy en día y aunque todavía quedan parras, la mayoría de las nuevas plantaciones apuestan por la espaldera, que parece adaptarse mejor a las condiciones de la subzona atendiendo a criterios de aireación e insolación y lo que redunda en una mayor calidad de las uvas.

Todo ello da lugar a 100% albariños afrutados, potentes en nariz, muy expresivos, con aromas de flores blancas y frutas de hueso como el melocotón o el albaricoque. Son vinos diferentes, muy frescos, equilibrados… a los que el grado alcohólico superior le aporta más volumen, más estructura y los vuelve glicéricos, envolventes…

Hablar del Condado de Tea, en cualquier caso, es hablar de mucho más que albariño. Bien conocidos son ya los vinos de base Condado, en los que, a la variedad reina de la D.O., se suman otras como la treixadura o la loureiro, también autóctonas y excepcionalmente adaptadas al terroir.

Auguro en ellos un gran futuro y, aunque son muchas las bodegas que los elaboran, creo que uno de los retos del Condado pasa por potenciarlos todavía más en el futuro. Debo confesar mi debilidad por los plurivarietales, más complejos, en los que cada tipo de uva aporta algo nuevo. Saborear un Condado; sabroso, ligero, que invita a beber…; es mantener una de esas conversación en las que, inevitablemente, una copa siempre pide otra.

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