En los últimos años el consumo de vinos espumosos a nivel internacional ha crecido de forma significativa. La desestacionalización del consumo, no solo asociado al momento del postre o las celebraciones, la evolución de la cocina y las costumbres gastronómicas abren cada vez más nichos de consumo para estos vinos.
La relación de Galicia con el espumoso no es algo nuevo. Ya a finales del siglo XIX aparecieron las primeras experiencias de vinos con burbujas en nuestra región. Pero, no cabe duda de que ha sido en los últimos 10 años cuando se ha producido la gran explosión de la elaboración, y también de consumo, de espumosos en Galicia.
De hecho, en estos momentos ya se elaboran en tres de las cinco Denominaciones de Origen gallegas con más de 25 referencias.
Son varios los factores que hacen que el binomio “Espumoso+Galicia” sea clave de éxito. Nuestros espumosos tienen suficiente potencial como para competir en el mercado con grandes referentes internacionales. Nuestras condiciones climáticas son idóneas para la producción de uva destinada a espumosos. El clima atlántico que disfrutamos, con veranos frescos y siempre con alguna precipitación, permite tener maduraciones lentas en las que se conserva la acidez, pero con suficiente madurez aromática necesaria para elaborar espumosos de calidad.
Por otro lado, la riqueza de variedades autóctonas que tenemos nos da versatilidad para elaborar diferentes estilos de espumosos. Desde el albariño, donde la frescura y la acidez más extrema permiten elaborar espumosos elegantes y balsámicos, pasando por la treixadura, que produce espumosos complejos y minerales, o la Godello, donde destaca el volumen en boca.
El carácter de nuestras variedades hace destacar la singularidad de nuestros espumosos haciéndolos originales y exclusivos.
Además, en los últimos años se ha producido un desarrollo del conocimiento en la elaboración de vinos espumosos en Galicia que hace que estemos a un nivel muy alto.
En nuestro caso, en Martín Códax se ha trabajado mucho en determinar el momento óptimo de vendimia para poder conservar la frescura y la potencia ácida necesaria para elaborar vinos base tensos, aromáticos y con suficiente estructura.
También en el juego de los tiempos de crianza después de la segunda fermentación en botella, con condiciones controladas de humedad y temperatura, en el que se busca conseguir la autolisis completa de la levadura para ganar en complejidad aromática, fineza de burbuja y densidad en boca.
En definitiva, el clima, nuestras variedades autóctonas, la adaptación y el conocimiento de las distintas etapas del proceso de elaboración nos sitúan, sin complejos, a la altura de otras zonas productoras de renombre.