Los enoturistas tienen prohibidas las tijeras en la D.O. del albariño

Las bodegas de albariño no permiten vendimiar a los turistas, al contrario que las de Jerez, la Ribera del Duero o el Penedés

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Anxo Martínez/O Salnés 

En la comarca andaluza de Jerez hay una empresa que cobra 25 euros a los turistas por dejarles vivir en primera persona la experiencia de vendimiar. En la Ribera del Duero y el Penedés catalán también hay bodegas que elaboran paquetes turísticos especiales durante la campaña de vendimia, y una de las actividades más solicitadas por los visitantes es la de participar en la cosecha. En Rías Baixas, sin embargo, la mayoría de las bodegas no permiten a los turistas coger las tijeras, y las que lo hacen están aterradas ante la posibilidad de que la idea les cueste una multa de miles de euros.

Para los aficionados al turismo del vino, los meses de septiembre y octubre son el mejor momento del año. El campo empieza a teñirse de tonos tierra y marrón, y se llena de cientos de vendimiadores. Las bodegas se convierten en hormigueros rebosantes de actividad y permanecen abiertas hasta bien entrada la madrugada. En La Rioja, los precios de los alojamientos en los hoteles suben un 12,5 por ciento durante los fines de semana de la vendimia, y las consultas por internet en las páginas de enoturismo aumentan un 30 por ciento.

En la denominación de origen Rías Baixas también hay algunas bodegas que ofrecen actividades específicas durante la vendimia, aunque son pocas y no se han unido para ofrecer un paquete turístico coordinado, como sí se hace en la Ribera del Duero o el Penedés.

La principal apuesta de las bodegas de albariño pasa por abrir sus bodegas por la tarde-noche, para que los visitantes puedan ver el trasiego de tractores llegando cargados de cajas llenas de uva, y como los operarios empiezan el proceso de ‘despalillado’ de los racimos y de elaboración del mosto. Algunas también ofrecen catas de este producto previo a la fermentación.

Otras, acompañan a los turistas a los viñedos y les muestran como trabaja la gente en la recolección. Pero a lo que pocas se atreven es a dejar vendimiar a los turistas, porque tienen miedo a las multas.

El administrador del Pazo de Rubiáns (Vilagarcía), Guillermo Hermo lamenta que la legislación no ampare esta práctica porque, en su opinión, enriquecería mucho el enoturismo. «La gente lo que está buscando es vivir experiencias en primera persona. No se trataría de hacerles trabajar, sino tan solo de dejarles vendimiar 15 o 30 minutos. Es una experiencia de ocio que le daría mucho valor al producto turístico». A este respecto, cita una analogía con la náutica recreativa turística. «Es como si promocionamos los viajes en embarcaciones de recreo, pero no le dejamos a la gente echar la caña de pescar ni un cuarto de hora». Por ello, Hermo anima a las administraciones públicas «a buscar una solución legal» que permita a las bodegas dejar vendimiar a los turistas sin temor a llevarse un disgusto.

Mar de Frades (Meis) sí probó la experiencia en 2014 y 2015, pero la suspendió porque no recibieron el volumen de visitas esperado. La enóloga Paula Fandiño explica que se titulaba «Ven a vendimiar con nosotros», y que la desarrollaron con tranquilidad, «porque se tomaron todas las precauciones necesarias». Así, los visitantes iban provistos de botas de seguridad, guantes anticortes, y su actividad era supervisada en todo momento por personal veterano. «Hay que pensar que no se trata de un trabajo, sino de entretenimiento. Al turista le basta con echar cuatro racimos en la caja».

Fandiño admite que en su día suspendieron la actividad porque no fue el éxito que esperaban, pero dice que «nos gustaría retomarla de aquí a unos años».

Fuera de Galicia, son muchas las bodegas que presumen de abrir sus viñedos a los forasteros. En Jerez de la Frontera hay una empresa que cobra 25 euros por ser jornalero durante un día. El precio incluye el derecho de ir al atardecer a la bodega y pisar la uva con los pies descalzos, como se hacía antaño.

También hay bodegas que permiten vendimiar a los visitantes en la Ribera del Duero y en la región vitícola del cava catalán. Se trata de territorios donde el enoturismo lleva años arraigado, lo que les permite ofrecer ya propuestas muy elaboradas y heterogéneas, que van desde siestas entre las barricas de madera de una bodega hasta vuelos en globo, paseos por los viñedos en bicicletas eléctricas o salidas en carros de caballos.

Amplían las visitas

Mar de Frades es una de las bodegas que ampliará durante la cosecha su oferta enoturística, pues ha pasado las visitas de la tarde a las 19.30 horas, para que los turistas «puedan visualizar la recepción de uva, la selección manual y todo el trabajo posterior en bodega».

La Val, de Salvaterra de Miño, también organizará alguna actividad a mayores durante las próximas semanas, como la segunda edición de la Vendima Solidaria, que tiene lugar hoy y que se hace a beneficio de la asociación de Vigo Aspanaes, que pretende construir una residencia para menores con trastornos del espectro autista.

Eidos, de Sanxenxo, aumenta el número de visitas guiadas, e incluso convoca alguna para medianoche. Terras Gauda es otra de las empresas que abre sus puertas en vendimia, e incluye catas de mostos, no solo de albariño, sino también de loureiro o caíño blanco.

Finalmente, el Pazo de Rubiáns -ganador de la pasada edición de la Festa do Albariño de Cambados- organiza una visita más por las tardes, para que los participantes puedan quedarse a ver el trabajo en bodega. Guillermo Hermo revela que también les dan a probar el mosto, y que la mayoría de la gente se queda boquiabierta. «El mosto de albariño es una delicia, algo espectacular».

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