En el año 2003, el precio de la uva cae en O Condado de Tea. Es entonces cuando los hoy socios de Bodegas Eidosela deciden fundarla para no “regalar” su materia prima. Una historia, la suya, más bien sencilla, construida a partir de la necesidad y consolidada gracias al esfuerzo de sus miembros.
Quizás por eso, llegadas estas fechas, hasta su director comercial deja a un lado los números para pasar a hablar de sentimientos. “Somos una familia”, sorprende al otro lado del teléfono Francisco Javier Piñeiro al ser preguntado por la bodega. Lo dice y lo demuestra, porque no se deja ni a una sola de las personas que componen el equipo en el tintero.
Habla con orgullo de su enólogo, “uno de los tres mejores de Galicia”, del bodeguero, “un gran profesional”… Y así sigue hasta que llega el turno del presidente, Lázaro Gándara “ante todo, un viticultor”, según explica pensativo para pasar a redondear: “Lázaro es un viticultor con mayúsculas”.
Y es cierto, ya los bisabuelos de Gándara se dedicaban al cultivo de la vid en la subzona de O Condado. Él, según se describe a sí mismo, es un hombre hoy reservado, que vive por y para el campo. Nada de ello le impide recordar el sacrificio de todos los miembros de la cooperativa para que esta saliera adelante. “¿Una familia? Justo, yo no lo hubiese dicho mejor”, exclama.
Así quieren que se degusten sus vinos estas navidades, en el centro de una mesa en la que no falte nadie: abuelos, tíos, primos; padres e hijos y amigos… Porque así, sostienen, han sido elaborados, yendo todos a una y es que: sino, dice el presidente de la cooperativa, “mal vamos”.
Una oferta que destaca por diversa tanto en elaboración como en origen. Sus referencias aúnan lo mejor de las uvas de los nueve municipios que componen O Condado. Desde albariños jóvenes hasta espumosos rosados, pasando por el plurivarietal típico de la zona.
Todos ellos concebidos desde la plena convicción de que “la elaboración del vino es un arte” y, por supuesto, también un “trabajo en equipo”.
