Texto: María Bueno
Entre mandiles de flores y camisas a cuadros, una mano, como tantas otras tantas veces, acaricia las hojas de una cepa gallega; corta un racimo, que se reúne con los suyos al caer en un capacho de mimbre. En él, también una muñeca y, en la muñeca, la evidencia del paso del tiempo. “Isto é a vida, un cúmulo de recordos, a primeira vendima da infancia, como si a memoria fose un arquivo fílmico”, dice entonces una voz en off en gallego pero con subtítulos porque, eso sí, esto va a dar la vuelta a España y parte del extranjero.
Así empieza el que ha sido el primer largometraje de la artista gallega Ana Domínguez (A Rúa, 1966). Rodada durante casi una década y totalmente autoproducida, la película combina el lenguaje documental con un tipo de testimonio más personal, el de la memoria de Ana y los septiembres con su abuelo; la de los que supieron hacer, del trabajo duro, “un momento para compartir la vida” y es que podría decirse que, durante mucho tiempo, la vendimia en Valdeorras fue literalmente una fiesta.
Hace ahora unos nueve años y ya consolidada en el mundo del teatro y de la comunicación audiovisual como directora de Arte de distintas series y películas, Domínguez se acercó un día hasta el municipio que la vio crecer y le pidió al párroco de Fontei, en A Rúa, investigar los registros de bautizos. Se encontró con que, entre finales del S. XIX y principios del XX, la natalidad de la zona aumentaba de forma notable en los meses de junio y julio.
“Si cuentas nueve meses para atrás, los nacimientos coinciden con la última cosecha. O sea que era cierto: en la vendimia pasaban cosas, la gente se animaba”, se ríe Domínguez —y parece que acabase todavía de descubrirlo— al contar cómo confirmó la intuición que, más tarde, daría nombre a Os Fillos da Vide. Con ella, Ana ha presumido estos días de origen gallego en el Most Festival del Penedès, de alcance internacional y en el que se dan cita algunas de las mejores producciones audiovisuales relacionadas con la cultura de la viña, el vino y el cava.
La gran puesta de largo del filme —que ha sido también reconocido como Mejor Película Gallega en la XXIII Mostra Internacional de Cinema Etnográfico de Santiago (MICE), además de pasar con éxito por eventos como el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2017 o el Festival Internacional del Uruguay 2017— tuvo lugar, sin embargo, hace ya dos años en A Rúa de Valdeorras, con un pase más largo en el que los vecinos de la zona pudieron verse a sí mismos en esa gran pantalla que, por otro lado, ha atrapado e impresionado a partes iguales a Ana desde muy niña.
“Fue muy emocionante”, apunta la directora, que no duda en destacar el valor estético de los viñedos ourensanos, en general, y de Valdeorras, en concreto: “La cepa es una planta súper plástica, captar a través de ella el paso de las estaciones: la explosión de colores en otoño, la desnudez del invierno o las flores en primavera, es muy interesante”. “También el carácter etnográfico de la comarca”, dice y describe: “Una zona fronteriza con muchas peculiaridades, en la que se aprecia la mezcla de culturas”.
Los sonidos y ritmos propios de la naturaleza y las costumbres: de las fotos de familia a los fuegos o la percusión de los tambores… “Isto é a memoria colectiva proxectada ao futuro. Os recordos coma serme”, vuelve la voz en off tras una hora y cuatro minutos de proyección: “O mito subxace é a vida continúa. Sempre”, deja paso a un último testimonio: “Pedíase ao veciño unha palleira para que fosen durmir, homes e mulleres, xa podes comprender (…) Cada un arreglábase como podía (…) Mentres os outros se lavaban, eles escapaban para facer o que tiñan que facer” “¿Qué tiñan que facer?” “Eso non o digo” “¿Os Fillos da vide?” “¡Eso, os Fillos da Vide!”, se ríe juvenil Otilia, de 90 años, ante el “cuaderno de notas” que es la cámara para Ana Domínguez.
La artista, que cumple años el 26 de julio, que nació nueve meses después de la vendimia del 65, que vio los mandiles de flores desde abajo y que no olvida la Nancy que, a los diez años, pudo comprarse con las 500 pesetas que su abuelo le dio como recompensa a su participación en la recogida de la uva, llevará mañana, una vez más, los banderines de una fiesta de verano gallega fuera de las fronteras de la comunidad, al incomparable marco de la bodega Can Ràfols dels Caus, y ya piensa en hacer lo propio la semana próxima en el Márgenes Cine de Madrid.