La naturaleza nos muestra a cada instante magníficas estampas para disfrute de quienes las contempla. La estación de otoño es una época en la que los lucimientos y las oportunidades del conjunto de los colores apagados son ilimitados, despidiéndose del verano y preparando la hibernación con su amplia gama de ocres, amarillos o verdes. En Galicia, además, contamos con parajes en donde prevalecen los viñedos; el maravilloso espectáculo de belleza está garantizado.
Lo vivimos en nuestro recuerdo pero no lo podemos guardar o “tener” con ningún medio por mucho que se acerque la tecnología. Sensaciones imposibles de mantener vivas en el tiempo. Los pintores, a lo largo de todos los tiempos, hemos intentado plasmar esa belleza que se antoja inalcanzable en el lienzo con el objetivo de conseguir el pathos imposible, pero como dice el querido Méndez Ferrín, lo intentamos, siempre lo intentamos. En nuestra Galicia, lo seguimos intentando, a sabiendas de su imposibilidad, pues cada otoño aparece como nuevo y distinto.
De momento, sirva la invitación de hacer un relajado senderismo por cualquiera de los lugares que dan nombre a las cinco denominaciones de origen vitivinícolas en Galicia, pues en donde podemos disfrutar de la excelencia del otoño, además de los bosques autóctonos, es en los viñedos de nuestra tierra. La hoja de la vid participa en nuestras vidas desde que se convirtió en la primera prenda de vestir de nuestros primeros padres y continúa vistiendo con elegancia de sabios a nuestros paisajes, de diferente manera en cada zona o lugar dependiendo del clima, tierra y viña de cada D.O. que, por eso, entre otras cosas, se distinguen.
Como experiencia única la invitación a disfrutar de los mejores paisajes podemos comenzar por Chantada, los viñedos de Belesar a la orilla del Miño, entre zonas de viñedos y bosques de castaños y carballo, predominando el contraste de hojas de árboles y viñedos con un ocre oscuro y al tiempo alegre, se presencian estampas únicas. Otra cómoda alternativa, desde el Sil nos ofrece maravillas ante los soutos, carballeiras, y sobre todo rojos amarillos y verdes armonizados en sus socalcos que parecen subirnos hasta el cielo.
Ribeiro, la comarca productora más ancestral de Galicia, nos sugiere la belleza de los ríos Miño, Arnoia, Avia etc, dejando una frondosa vegetación intercalando viñedos y huertas, con monasterios, pazos y castros con el amarillo pajizo y verde como principal esplendor de su otoño, algún rojo contrastando también.
Rías Baixas, desde O Salnés, donde encontramos la mayor superficie de viñedos y bodegas, coleccionamos estampas excelentes desde el Monasterio de Armenteira hasta los magníficos contrastes de los viñedos de Cambados o Vilanova enamorando el azul del Océano Atlántico que hermana con los viñedos en sus orillas, triunfando después de la vendimia y siendo de matiz ocre suave, casi naranja, verdes pálidos… O Rosal, en donde también se funde con el Océano y con el Miño, siempre con luz diferente, amarillos, ocres, terciopelo sobre los sinuosos castros… El Tea, en su esplendor acompañando al padre Miño, adornado de viñedos de una y otra orilla, con esos verdes otoñales que se resisten a despedirse de los viñedos con rojizos violentos entremezclados, paisajes que con los sonidos del río se convierten en subliminales.
Nos vamos a Valdeorras y su belleza paisajística, en O Barco, A Rúa el suelo es quién sigue predominando el color rojo y arcilloso, como sus hojas en otoño, y se convierte en espectáculo cromático visto desde el techo de Galicia, Trevinca o un lugar de impresión desde las orillas del Sil.
Por último Monterrei, a orillas del río Támega, belleza y monumentalidad impresionantes, mezclando sus viñedos con los árboles, generando uno de los otoños más bellos de Galicia.
En resumen, el maravilloso otoño de Galicia para disfrutar, entre sus viñedos los mejores cromos (imposibles) de la paleta, cada tipo de vid su color de hoja y cada hoja su otoño.