Por qué importan los vinos gallegos

Sabes bien, lector, que los vinos gallegos ahora importan mucho allende tus tierras y allende tus mares…

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Sabes bien, lector, que los vinos gallegos ahora importan mucho allende tus tierras y allende tus mares. Pero quizás no sepas del todo por qué, puesto que la percepción desde fuera es diferente. Lo nuestro lo vemos y sentimos como si siempre hubiera estado allí, como algo intrínsicamente bueno. Tendemos a fijar nuestras propias imágenes y a ver lo externo como algo que se mueve en torno a nosotros. No en vano nos costó 2000 años reconocer que no era el sol el que se movía en torno a la tierra. 

Por eso, cuando lo nuestro se pone de moda, o es bien amado como es el caso del vino fino gallego, nos parece más que son ellos, los de fuera, que se han movido y por fin han abierto los ojos, y no que seamos nosotros, los de casa, que hemos cambiado muchísimo.

Además, en el mundo del vino, tan conservador y romántico, en el que tanto se habla en términos de mística naturaleza, de destinos insondables e historias infinitas, el cambio, la innovación, son ocultados, como si lo bueno tuviera que tener la roña de los siglos, como si la intervención humana fuera vergonzosa. Pero los bebedores del mundo amamos las historias con drama, de gentes que hacen algo para cambiar su historia, no nos divierten mucho los cuentos de pasados inmutables. Los foráneos adoramos los vinos finos gallegos porque aportan algo nuevo, algo que nunca existió antes, una diversidad de gustos y de narrativas que excitan nuestra curiosidad y nos dan tanto placer. 

Nos encantan las historias de gallegos de ahora, como aquel héroe funcionario que a fuerza de amor y de conocimiento rescató a la uva godello de la extinción; la de aquella mujer, que un poco por casualidad y mucho por inteligencia, descubrió la extraordinaria capacidad del vino de albariño para ennoblecerse envejeciendo sobre sus lías; la de aquel director de cooperativa que nos enseñó que las empresas de comunes pueden llegar a la excelencia; la de aquel genio callado de Monterrei que experimenta todo sobre sus vinos y a veces descubre joyas; la de aquel pazo que fue confiscado a un mafioso para liberarse en esencias de vinos salinos, la de aquel ingeniero que volvió a Ribeiro para entender su complejidad y engendró un mito. La de aquellos cinco desempleados que reconvirtieron sus esperanzas en la mineralidad del albariño…

Hay también historias de los otros gallegos, los que vinieron de fuera a hacer Galicia, compensando en parte a los tantos gallegos que han hecho otras patrias por el mundo. Aquel francés que vino por amor y extrajo amor de las viñas de Ribeira Sacra, ese leonés barbudo que sublimó el yodo de la ría en el vino tinto del Salnés. Aquel riojano al que no dejaban hacer el mejor tinto en su tierra, y terminó produciendo el más grande blanco en Valdeorras. Y muchas más historias. Cada una de estas historias es cierta y apasionante. Dejo a tu curiosidad que te cuenten los nombres y los vinos detrás de estas historias. Son estos sucesos modernos los que nos hacen amar tus vinos. Pedro Ballesteros

Hay también historias de los otros gallegos, los que vinieron de fuera a hacer Galicia, compensando en parte a los tantos gallegos que han hecho otras patrias por el mundo. Aquel francés que vino por amor y extrajo amor de las viñas de Ribeira Sacra, ese leonés barbudo que sublimó el yodo de la ría en el vino tinto del Salnés. Aquel riojano al que no dejaban hacer el mejor tinto en su tierra, y terminó produciendo el más grande blanco en Valdeorras. Y muchas más historias.  Cada una de estas historias es cierta y apasionante. Dejo a tu curiosidad que te cuenten los nombres y los vinos detrás de estas historias. Son estos sucesos modernos los que nos hacen amar tus vinos. ​

​Amamos también tus paisajes del vino, aunque a menudo no nos ayudéis mucho a entenderlos. Esos viñedos de Rías Baixas que ni están en las rías ni son baixos, pero cubren cinco zonas absolutamente diversas, como si de cinco provincias del vino se tratara. 

Ese Monterrei que cada mañana le roba un poco de sol a Portugal para dorar sus viñas. Valdeorras la de los circos y colinas, Ribeiro de los mil terruños, Betanzos del noble Norte, la última frontera de la viña. La Ribeira Sacra, que te da un bofetón de belleza enseñando solo su mitad, que la otra mitad el agua estancada la anegó. 

Quizás algún día haya modo de producir energía con más respeto, se quite la presa y esa Ribeira violentada por las aguas reaparezca, en el esplendor de sus terruños, ¿por qué no? 

Te amamos también por lo que los sabios critican, ese mosaico de propiedades insensatamente pequeñas, el minifundio, y de personalidades irracionalmente creadoras. No nos interesa que seas competitiva y simple, Galicia, sino que seas variada y diferente, compleja y sorprendente.  

Danos creatividad, innovación, historias. Sed Galicia, no os parézcais a nadie. Manteneos vivos, siempre cambiando, que solo lo muerto no cambia. Y dadnos esas caricias frescas y lentas que vuestros grandes vinos saben dar, que amor no os faltará. Por eso nos importan los buenos vinos gallegos.

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