¿Puertas al campo? ¿Por qué?

Quien crea haberlo visto todo en el sector, se equivoca: ‘Planes perrunos’ y vino se unen en una nueva modalidad de enoturismo

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M.B.

Diez perros, dos gatos, una cabra y «una humana» viven en alguna aldea tan inhabitada como paradisiaca de la Ribeira Sacra, cuyo nombre permanece oculto. Es el Comando G, con G de Galicia. Una «familia» de 14 miembros que ha llevado el enoturismo de la zona un paso más allá.

«Soy bastante feliz, organizo mi tiempo, siempre he querido vivir así», explica Paula González (1971), periodista de profesión y propietaria, en la actualidad, de una empresa de comunicación, Robaliza, y otra de turismo, Perriturismo. «Ambas son pequeñitas pero funcionan muy bien», describe.

La segunda nació hace ahora tres años como resultado de la falta de oferta en un sector concreto: el turismo con perros. Paula admite que le costó que la gente entendiese el concepto: «Ahora creo que hay alguna más, pero, cuando la monté, era la única de este tipo que existía en España».

Aún con todo, la definición de perriturismo parece sencilla: «Hacer lo mismo que harías de vacaciones sin tu perro pero con tu perro». Algo que, a la hora de visitar Ribeira Sacra, pasa irremediablemente por el mundo vitivinícola: «Hay quien está interesado pero no bebe vino, yo le digo que venga igual: la zona no se puede entender sin él, aquí es cultura».

En efecto, cuenta Paula, existen diversos tipos de ‘planes perrunos’ -desde clases de yoga hasta de fotografía, pasando por otros como el senderismo- pero los que más funcionan son los que incluyen visitas a bodegas «¿Por qué?»: «Cuando la gente lo vive, cómo quieren los viticultores a su terruño, cómo lo defienden a muerte, se vuelve adepta».

Para empezar esta aventura, «la loca de los perros», como, bromea entre risas, supone que le llaman algunos, tuvo que buscar proveedores, quiso que todos fuesen de la zona, que el dinero se quedase en el rural: «Yo creo que el mayor mérito de Perriturismo, y te lo digo de corazón, es el haber conseguido poner en marcha un enoturismo colaborativo».

Así fue cómo se encontró con Araceli Vázquez, de Adega Malcavada, y Evaristo Rodríguez, de Abadía de Cova, dos de los elaboradores de la D.O. que acogen con frecuencia a estos pequeños grupos de turistas y sus fieles acompañantes.

Ambos poseen una zona activa, al aire libre, para estos últimos, en la que pueden descansar o jugar, después de la visita a los viñedos y mientras el resto del grupo comparte una cata de vinos acompañada de pinchos. También participan en los recorridos en barco por los cañones del Sil o del Miño e, incluso, entran a museos.

Muchos, humanos y animales, acaban repitiendo. Lo explica González y le suscribe Araceli, quien ya conoce a casi todos los miembros del Comando G, asiduos a las excursiones de Perriturismo: «Solo me falta Organa, la cabrita», sonríe desde Malcavada. De todos ellos, su favorito es Solo: «No sé, Solo es especial», dice y recuerda aquella vez en la que el perro le robó una Rosca típica de Sober para comérsela.

*Solo, miembro del Comando G y Favorito de Araceli/ Perriturismo

«Los encuentros funcionan como los de una familia», continúa Rodríguez para pasar a apuntar: «Suele ser gente muy maja». Además, «se es muy cuidadoso con los animales, para que no haya problemas», recalca Paula y debe ser cierto porque, hasta el momento, no ha habido ninguno.

Quizás por ello, Araceli defina una jornada de trabajo en Perriturismo como «un día de relax» y es que, ya insistió con sus hijos y, ahora, «que están un poco locos con lo de elegir carrera«, también con su nietos: «Hay que dedicarse a lo que a uno le gusta». Parece que Paula la hubiese escuchado antes incluso de llegar a conocerla: «Claro que acabo el día cansada», se despide, «pero es un cansancio gustoso». Lo dice dice el refranero popular: No se le pueden poner puertas al campo.

*’Ghotocal’ de CG/ Perriturismo

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