«¿Sabes, hijo mío, que aquí se vinificaba hace ya XX siglos?»

La D.O. Monterrei acogió el II Foro Hispano Luso de Lagares Rupestres, en el que expertos de toda la Península pusieron en valor estas piedras milenarias

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M. B.

Saben que no va a ser fácil pero están más que decididos a intentarlo. Un grupo multidisciplinar de en torno a 30 expertos procedentes de diversos puntos de España y Portugal se ha propuesto inventariar y mapear todos los lagares rupestres de la Península Ibérica -sólo identificados, hay ya más de 1000- así como desarrollar distintos trabajos de investigación que permitan concretar su cronología y usos porque, de ello se muestra convencida la arqueóloga y miembro de la Asociación de Lagares Rupestres de España, Asunción Martínez, «detrás de cada uno, hay mucha historia».

Todos coinciden así en que, pese a que el trabajo se intuye arduo, merecerá la pena y es que, aseguran, estas piedras labradas hace ya miles años para el prensado de la uva representan la génesis de la vinificación en España, ocultan los secretos del origen de la elaboración en las distintas zonas del país y, dicho de otro modo, materializan aquello que permite a un padre o a un abuelo emocionarse al decirle a sus hijos y nietos: «En este municipio, llevamos más de 2.000 años haciendo vino».

El valor es entonces inmenso tanto a nivel patrimonial como histórico, cultural e, incluso, sentimental pero también, se dirigen los expertos a bodegueros y administraciones, comercial. Hay, en efecto, un filón enoturístico del que la comarca gallega que aglutina un mayor número de estas piezas arqueológicas, Monterrei, empieza ya a dar cuenta a través de las Rutas de Lagares Rupestres que Oímbra inauguró en el 2017 de la mano de Turismo de Galicia.

Allí se reunió el fin de semana pasado, precisamente, esta asociación para continuar dando pasos en un camino al que, reconocen, le queda mucho por andar pero que, apuntillan, tiene en Oímbra «un gran ejemplo a seguir». Dice el antropólogo riojano y presidente de esta entidad, Luis Vicente Elías, de hecho, que la gestión que se ha llevado a cabo en el municipio ourensano les ha sorprendido a todos y a todos los niveles por «bien cuidado, organizado y señalizado»: «Todos venimos de regiones vitivinícolas y no tenemos esto», explica en este sentido.

Queda, aún con todo, trabajo por hacer en la comunidad, en la que han sido detectados alrededor de 100 de estos monumentos. Así lo sostiene Martínez, también especializada en Arqueología del Vino y quien anima a los gallegos a continuar dando pasos en la investigación de estos hallazgos. Recomienda así excavaciones en torno a las distintas tipologías de lagares encontrados en Galicia, que permitan, dice, obtener restos arqueológicos con los que poder reconstruir la historia del vino de Galicia. «Sólo se conserva lo enterrado», argumenta en este sentido.

En ello se trabaja ya en la comunidad. Tras él éxito de la estratificación del lagar rupestre del Castro de Santa Lucía, en Castrelo de Miño, con la que se determinó que este era anterior al siglo III de nuestra era, está previsto ya que, para la primavera del 19, empiece a desenterrarse el Castro de Medeiros, en la comarca de Monterrei, y donde han sido localizadas entre 30 y 40 estructuras que podrían ser identificadas como lagares rupestres. Un proyecto en el que colaboran el CSIC, La USC, la marca Mara Moura y el concello de Monterrei, entre otras entidades, y que cuenta como asesores con Luis y Alejandro Paadín, autores de ‘Las Piedras que Hacían Vino’.

Miembros de la Asociación, los Paadín fueron también el pasado fin de semana los grandes anfitriones del II Foro Hispano-Luso de Lagares Rupestres. Tres intensos días de estancia en las que biólogos, antropólogos, arqueólogos, etc. de toda la Península aprovecharon para conocer los entresijos de la D.O. Monterrei a través de los lagares de A Tapadiña, Xan Preto o das Barrocas, el famoso castillo de la zona, la hospitalidad de la bodega Crego e Monaguillo o los conocimientos del director técnico de la D.O., Miguel López, quien los dirigió en una cata de uvas, y, por supuesto, los vinos de la zona, de los que les entusiasmaron las variedades autóctonas con las que son elaborados.

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