Septiembre en Negueira de Muñiz

Paisaje, familia e historia marcan la jornada de vendimia en las aldeas de la frontera entre Galicia y Asturias, donde el sector del vino se perfila como aliado de futuro contra la despoblación rural

Compartir: 

Texto – M.Bueno/ Vigo

Cinco años, cara de buena, lazo en el pelo, “un terremoto”, “¡traste que non para!”. Nada más llegar de uno de sus primeros días de cole, María baja al garaje de su casa en el que está la bodega de la familia, se pone de puntillas frente a una pila de cajas de uva, alarga la mano, coge algunas branco lexítimo y se las mete a la boca. —“¿Será bodeguera?” —“Ojalá”, sonríe su padre, Manuel Cancio, y de quien parece haber heredado la buena costumbre de comer uvas durante la vendimia: Cancio ha estado haciendo lo propio a lo largo de toda la mañana mientras, acompañado de seis personas, familiares, vecinos, amigos, recogía el fruto del trabajo de un año: “Proba, proba e verás”.

La branco lexítimo, entre las variedades de uva más aromáticas que existen en el mundo y cada vez más valorada por los entendidos, se conoce allí como ‘branca do país’ y José María Cancio, “o vello” y abuelo de María, la recuerda desde su infancia. “Tiñamos cepas de 200 anos ou máis, gordas como castiñeiros”, describe ahora Cancio hijo, que decidió replantar todas las parcelas de su padre y quien asegura que todavía quedan en la zona vides prefiloxéricas. Además de la ‘branca do país’, se encuentran también uvas tintas como la mencía; el ‘verdello tinto’, sinonimia de merenzao; o el ‘tinto serodo’, que podría ser la portuguesa alfrocheiro preto, entre otras.

*Uvas de branco Lexítimo recién recogidas.//M.B.

*Laura, vecina de Manuel Cancio, colabora con la recogida.//M.B

*María y Manuel Cancio, en Adega Panchín.//M.B.

*José María Cancio, «O vello», recuerda los años 50 en Negueira.//M.B.

Con 218 habitantes, seis parroquias y unas 20 hectáreas de viñedo, uno de los municipios más pequeños de toda Galicia, Negueira de Muñiz se erige como un valle de microclima privilegiado rodeado por montañas con picos de más de mil metros: Busbeirón a un lado y, al otro, Piedras Apañadas.

Entre ellos se esconden aldeas y cultivos favorecidos por los suelos de la zona: pizarrosos y arcillosos, beben del río Navia frente al embalse de Salime, cuya construcción en los años 50 “levou viñas, moitas, e pueblos enteiros [todavía ocultos bajo el agua] (…) Joder, cómo non che a dar pena, a xente tivo que marchar, amañarse a vida como puido”, rememora “o vello” sobre lo que, más tarde, allá por los 80, daría paso a la conocida comuna hippie de Negueira, con mucha vida todavía hoy. 

Negueira de Muñiz impresiona a quien lo visita, tan bonito como solo puede serlo la frontera entre Galicia y Asturias, allí donde el bable y el gallego se mezclan con naturalidad en la boca de los habitantes y los hórreos empiezan a confundirse con las paneras. 22 hogares y 33 personas por capital — “aquí quedamos só os bohemios”, se ríe Cancio— en un lugar donde las puertas de las casas permanecen todavía abiertas como antaño, los niños pueden correr solos y, si se necesita algo, no hay más que llamar a la puerta del vecino.

Blancos aromáticos, de extraordinaria acidez; tintos complejos, con muchos matices

En este municipio, la tradición vitícola queda clara en los muros de pizarra, las bodegas en garajes, las cepas viejas o tesoros como el Bosque de Sanformar, con 23 bodegas ahora en ruinas, que dan cuenta de cómo las gentes de la montaña bajaban a buscar el vino y el aguardiente para protegerse del invierno: “Teñen siglos”, asegura “o vello”. 

Una tierra de la que hoy nacen “blancos moi aromáticos, de acidez extraordinaria e marcada personalidade e tintos singulares, de gran estrutura, moi boa maduración, complexos, potentes, con moito color, moitos matices”, describe el enólogo Roberto Regal, en contacto directo con la zona, que cada vez más mira al sector del vino en clave de futuro. Así lo opina Paco Sanromán desde Adega Sidrón, la bodega que él y su hermana Rosa pusieron en marcha hace ahora seis años en Pieiga, concello de Negueira, para no perder las viñas de su familia: “O las rentabilizábamos o teníamos que deshacernos de ellas y no queríamos”.

Tras más de 17 años en Oviedo, Sanromán decidió volver para hacerse cargo del proyecto: “Mi esperanza era volver y lo que me dio la oportunidad de hacerlo fue el viñedo”, dice con acento asturiano para pasar a reconocer que “todo tiene sus pros y sus contras”: “Engordé más aquí que con el camión: la tranquilidad…ya sabes”, se ríe.

Sanromán mira al cielo, acompañado los perros de la familia: “Qué va, no va a llover”, desea más que pronostica esperando que el tiempo no le arruine el día de recogida. Mientras tanto, Rosa, Ana, Marina y Marisa ya se han puesto manos a la obra tras subir con el tractor la empinada cuesta que lleva hasta la viña. 

Con actualmente dos hectáreas en producción, buena parte de las cuales son cepas viejas, y la idea de crecer hasta las cuatro, Adega Sidrón elabora tres vinos: un monovarietal de branco lexítimo, un tinto de finca y un plurivarietal de mencía y tinto serodo. Cancio, por su parte, produce 3000 botellas de blanco y otras 3000 de tinto bajo la marca Panchín, el mote que heredó de su padre y su padre de su abuelo y su abuelo de… 

Esperanza de una I.G.P.: “Mira a ver si te vienes, que aquí hace falta gente”

Estas son, de momento, las dos únicas bodegas que existen en la zona, ambas asesoradas por Regal, aunque hay más vecinos que vinifican para consumo propio y hay también quien ya ha empezado a replantar viñas para iniciar su propio proyecto. Ambos miran a la creación de una Indicación Geográfica Protegida con esperanza: “Estamos en contacto con la Agencia Gallega de Calidad Alimentaria y tiene buena pinta”, augura Panchín. “Es interesante para la zona, para que venga gente joven, esto da más seguridad a la hora de empezar. Además, ahora tenemos una serie de limitaciones que no tendríamos. Por ejemplo, no podemos poner las variedades con las que trabajamos o la añada en la etiqueta (…) Yo creo que sí va a salir”, explica por su parte Sanromán, que sugiere: “Mira a ver si te vienes, que aquí hace falta gente”.

 Ya es mediodía en Negueira: hay que despalillar y prensar. A Ana que se le enfría la comida y a Manuel que se le oxida el mosto. Al final, llegan a un acuerdo: marido y mujer, los vecinos que han venido a ayudar con la recogida y el abuelo se sientan a la mesa. Hay carne asada, lacón, patatas fritas y cocidas, tres tipos de queso y dos de chorizo, fruta, bica casera y café… Es una de esas reuniones del “qué pouco comiches, non comiches nada”. Panchín hijo saca un Merenzao de 2012, “non necesito tendas para vivir”, “esto é calidade de vida”, comenta. Se debate acerca del próximo día de vendimia, se recuerdan anécdotas de la fiesta del vino, celebrada cada año el tercer fin de semana de abril, se brinda con branco lexítimo. María está a punto de llegar del cole; en esa copa están los que serán los recuerdos de su infancia, la memoria de su abuelo, la pasión de su padre y, quién sabe, puede que también su porvenir.

“¡Cómo non lle vou ver futuro! Eu vexo futuro, teño que velo, quero velo”, se despide el enólogo Roberto Regal: “O rural ten potencial nestas cousas que, sendo exclusivas e facéndoo ben, son moi ben recibidas polo mercado; de feito, xa empezamos a falar de cifras que fan os proxectos viables, só hai que polo máis en valor”.

*Rosa Sanromán y sus vecinas y familiares, Ana, Marina y Marisa, suben con el tractor a una viña en Pieiga.//M.B

*Rosa y Paco Sanromán, acompañados de Pusqui,en uno de sus viñedos de Pieiga.//M.B.

*El Navia riega los cultivos de vid a su paso por Pieiga.//M.B.

Categorías: