María Bueno
Juan Paredes, monfortino y cofundador de la importadora de vinos en Estados Unidos Spanish Acquisition, se define a sí mismo como una persona de negocios aunque eso no ha impedido que, durante su último viaje a Galicia, «casi se le salten las lágrimas».
Paredes estaba en O Filandón, uno de esos bares de piedra que pueblan el Casco Vello de Santiago, el favorito de sus años de estudiante, compartiendo un vino con algunos de sus mejores clientes de Nueva York cuando estos se lo dijeron.
«No nos extraña que estés orgulloso de Galicia», estaban coincidiendo al opinar, en aquel momento, los representantes de algunas de las tiendas especializadas y restaurantes más importantes de la que es, a su vez, capital del primer país consumidor de vinos del mundo.
El Santiago más auténtico era el broche de oro a un viaje que empezó en los viñedos de Valdeorras, continuó por los cañones de Ribeira Sacra y la historia de O Ribeiro y acabó en un barco en Rías Baixas, comiendo ostras frente al mar.
Un viaje en el que no faltó la queimada, el pulpo, el churrasco, el pánico – «esa es la palabra»- de los visitantes en los bancales del Sil o los grandes entendimientos aunque para ello hubiese habido que recurrir, en ocasiones, «al lenguaje corporal».
Durante su visita, los prescriptores entraron en contacto con productores locales, como Ángel González, de Señorío de Beade, se liaron cestas de vendimia típicas gallegas a la cabeza o bailaron la muñeira, a su manera; escucharon el sonido de las gaitas y hasta «conxuraron» en inglés.
«Los americanos, cuando haces algo bien, te lo dicen así que, cuando acabamos el viaje en ese bar; que, si no te hablan de él, no entras porque desde fuera parece que sólo es una tienda de quesos; me echaron un discurso que casi se me saltan las lágrimas». «Para ellos, era como estar en otro planeta», resume orgulloso de su tierra.
«ES UNA MARATON»
Paredes, con 20 años de experiencia en el Nuevo Mundo y discípulo de Jorge Ordóñez -fue consejero delegado de Tempranillo-, organiza una vez al año un viaje a España para sus compradores. Cada dos, Galicia se convierte en una visita obligada de la ruta norte.
Esa es, para él, la mejor forma de vender en un mercado tan saturado como es el del vino en Estados Unidos. «Tener un producto de calidad solo es la base, después hay que estar en la calle, hacer trabajo de infantería, e invertir, sobre todo invertir», apunta.
«Todas las inversiones que se hagan, sobre todo desde el punto de vista de promoción, van a ayudar», insiste en esto último y advierte: «Quien crea que va a venir a Estados Unidos y triunfar en un año, que ni lo intente.»
En su opinión, el estadounidense es un mercado muy agradecido pero al que hay dedicar una parte del presupuesto que, además, no va a tener retorno hasta los tres o cuatro años de haber empezado. «Es una maratón, no un sprint».
Y, de seguir con el símil, podría decirse que Rías Baixas ha sido una gran corredora de fondo: Paredes sitúa a los albariños de la D.O. entre los cinco vinos españoles que más rotan en el país así como no duda en calificarlo como el blanco nacional más conocido en EE UU.
«El caso de Rías Baixas en un caso de éxito», describe con la misma claridad que dice que «a Galicia todavía le queda mucho trabajo por hacer en Estados Unidos», un mercado global en el que se compite con vinos locales, italianos, franceses, chilenos? De todo el mundo. «Eso no hay que olvidarlo», remarca.
«La calidad la tiene». Señala así a la inversión; la promoción de la zona, más allá de la tipología de uva; la profesionalización de los vendedores, que han de tener buenas relaciones pero ser, además, grandes conocedores del producto, entre las claves de futuro.
Y enseñar, acaba, enseñarles Galicia siempre que se pueda. «Una vez la ven», asegura, «no la olvidan».