Más de 40 bodegas, 1.200 hectáreas y 7 municipios componen en la actualidad una de las denominaciones de origen que más interés está despertando en el panorama nacional, con sus variedades emblemáticas, godello y mencía, a la cabeza.
La situación de Valdeorras era bien distinta allá por los 70, década en la que un conocido abogado de A Rúa de Petín decidió seguir su instinto y apostar por el profundo, fértil y luminoso valle de los ríos Sil y Bibei y su potencial vitivinícola.
Joaquín Rebolledo fue un pionero. Arrancó cada una de las cepas de los viñedos que heredó de su familia para volver a plantarlas con variedades de uva autóctonas de la comunidad: menores rendimientos, sí, pero mucha más calidad.
Todo un visionario que, por aquel entonces, fue tachado de loco. Decían “O Rebolledo toleu”, se ríe un miembro de la familia al recordar cómo los vecinos de la zona iban a otear por las noches las plantaciones del abogado: “Durante el día no se atrevían”.
“Era un amante y un gran defensor, ya no solo de sus vinos, sino de toda la comarca” y así embotelló su primera cosecha en el sótano de su casa: 600 botellas que repartió a lo largo de toda la provincia de Ourense entre sus amigos. Las del 82 fueron las primeras de muchas.
Puede que sea cierto: Joaquín Rebolledo empezó “una aventura de locos” pero no se equivocó. Años más tarde, son pocos los gallegos que no han disfrutado de la viva prueba de su acierto en las mesas de sus casas: vinos con historia, que expresan una tierra.
Hoy en día y ya con la segunda generación al frente, la bodega continúa manteniendo el cuidado de las materias primas en el centro exacto de su filosofía: Bodegas Joaquín Rebolledo presume de 35 hectáreas de viñedo, con una media de 35 años de edad, perfectamente orientados al sol y con suelos pizarrosos, arcillosos y graníticos, en la que es la tierra del godello por excelencia.
Fincas como Fontei, Freixido, Trasdeirelas, Pedrazais, A Veiquiña, O Redondo y San Roque caen sobre el Sil con diferencias térmicas que pueden llegar a los 20 grados, para dar lugar a vinos premiados en algunos de los más prestigiosos certámenes.
Los vinos: “Mimo y cuidado”
Ya en 1993, el godello de Joaquín Rebolledo, “boca redonda y fresca, ligera; final largo y agradable”, marcó un antes y un después para Valdeorras al convertirse en el primer vino gallego en ganar un Zarcillo de Oro. Pronto llegarían más reconocimientos para el blanco más conocido de la bodega, como los 90 Puntos Parker o los 93 en Peñín así como distintas medallas en Decanter, entre otros.
También sus tintos han sido reconocidos por los paneles de cata de los Bacchus o el IWSC de Hong Kong. Además, con su mencía joven, “glicérico, untuoso, sabroso, largo, buena estructura…”, la bodega se ha hecho con el título de ‘Mejor Tinto’ en la Cata Oficial de los Vinos de Galicia en más de una ocasión.
Su complejo parque de barricas de roble francés, americano y caucásico, sometido a unas condiciones de humedad, temperatura y silencio concretas, permite también destacar a su Tinto Barrica, “elaborado con uvas de sus viñedos más viejos y de menor producción para conseguir una buena maduración fenólica y someterlo así a una crianza en barrica de roble francés y americano de 300 litros de capacidad a lo largo de 6 o 9 meses, en función de cada cosecha”.
Finca Trasdairelas, “un godello elaborado exclusivamente con uvas de la finca de la que recibe su nombre y con ligero paso por roble francés y húngaro, bien ensamblado, sabroso y largo”, y Lomas de Fontei Castes Nobres, con sousón y arauxo, además de mencía, son las dos referencias que completan la gama de vinos de la bodega.
Referencias, todas ellas, elaboradas bajo la dirección técnica de los enólogos Catalina Maroto y Álvaro Bueno y en las que vanguardia y tradición conviven para mantener el legado de un adelantado a sus tiempos, amante y defensor de las grandes posibilidades de Valdeorras.
¿Qué es Joaquín Rebolledo? Quienes la conocen de cerca la definen: “Es historia, familia, equipo, viticultura, pasión. Mimo y cuidado en cada cosa que hacemos.”