La Universidad de Vigo acaba de puntuar con sobresaliente ‘cum laude’ a la primera tesis sobre ‘Enfermedades de Madera en el Albariño’. Un trabajo de investigación en el que la fitopatóloga de la Estación do Areeiro Vanesa Redondo prueba un método eficaz y sostenible en la prevención de este tipo de plagas. Las especies del Trichodermas, presentes de forma natural en el medio ambiente e incluso la propia cepa de la vid, se perfilan como solución a uno de los principales dolores de cabeza del sector en la actualidad: con altas tasas de incidencia y favorecido la ausencia de tratamientos adecuados, este complejo conjunto de afecciones se deriva de siete patologías, con más de 150 especies fúngicas patógenas implicadas.
Texto: M.B. – Vigo
Vanesa Redondo (Vigo, 1979) se cargó no uno, si no dos punteros láser ensayando durante los días previos al 10 de abril. Aquel miércoles iba a resumir más de cuatro años de trabajo en apenas dos horas y “sí, por supuesto que estaba nerviosa”. Tras meses compaginando su puesto en la Estación Fitopatolóxica do Areeiro con la labor investigadora, la licenciada en Biología comprobó una última vez que todo está en orden en el salón de actos de la facultad de Biología de la UVigo. Poco antes del mediodía, se le secó la garganta. Había llegado el momento: iba a convertirse en Doctora con sobresaliente ‘cum laude’ e iba a hacerlo abordando el que es uno de los temas clave del futuro del vitivinícola.
Las denominadas ‘enfermedades de la madera’ se encuentran entre los principales dolores de cabeza del sector del vino, un negocio que mueve miles de millones en todo el mundo gracias a sus materias primas. La incidencia de estos patógenos supera el 80% en países como Italia o Canadá, con mermas de hasta el 50% en la productividad de las cepas, y ya hay autores que las comparan con una de las peores plagas de la historia de la viticultura europea. La llamada así ‘Filoxera del SXXI’ preocupa también entre los profesionales gallegos: su presencia es cada día más común en las viñas autonómicas debido sobre todo a la falta de tratamientos adecuados.
Es este último factor el que predomina entre los datos y nociones que Redondo va desgranando a la hora de explicar el porqué de su objeto de estudio: “Desde que se descubrió que las materias activas que eliminaban las enfermedades de madera eran tóxicas para el medio ambiente y se prohibieron, no ha vuelto a haber ningún método eficaz de tratamiento”, describe Redondo para pasar a explicar cómo, hace años, se encontró con el trabajo de un investigador de Sudáfrica relacionado con especies de Trichoderma, un género de hongos presente en las propias cepas o el suelo de la viña y con posibles capacidades antagonistas en relación a las enfermedades de madera: “Me interesaba mucho el campo del biocontrol y decidí hacer unas pequeñas pruebas in vitro”.
Decisión que le abrió las puertas de un primer ensayo en 2011 con grandes resultados: “Vimos que, al aplicar Trichoderma tanto antes como después de los patógenos, la incidencia de las enfermedades se reducía de forma significativa y pudimos demostrar que el producto tiene una buena penetración en la planta y persiste en el tiempo”, afirma la experta, que también ha colaborado con una empresa francesa especializada en este campo. Un producto a base de Trichoderma, de hecho única materia registrada para el control de la yesca en la página del ministerio de Agricultura a día de hoy, acabó así por situarse como parte importante de su tesis doctoral, en la que su puesto en la Estación Fitopatolóxica do Areeiro ha sido decisivo.
Habla Redondo de una compleja metodología de trabajo que ha comprendido desde la recepción de muestras afectadas, en torno a un 60% pertenecientes a la variedad de uva albariño, análisis de plantas albariño de viveros, aislamiento y caracterización de hongos implicados hasta los ensayos de patogenicidad y biocontrol, pasando por técnicas moleculares o morfológicas. Con todo, la experta pudo finalmente concluir que la aplicación de Trichoderma antes de los patógenos reduce las lesiones causadas por los mismos en una media de 44,3% cuando se aplica después del patógeno, como método curativo, y, en un 79,6% cuando se aplica con anterioridad, como método preventivo.
“La sostenibilidad es prioritaria y hay alternativas”
Subraya también Redondo la importancia de que el uso de productos basados en especies de Trichoderma sea inocuo para el medio ambiente. Línea en la que, dice, se centra buena parte de la investigación actual: “Todo el mundo debe estar de acuerdo en que buscar herramientas sostenibles es prioritario. Hay alternativas a los productos tóxicos”, asegura con firmeza y pasa a apuntar al microbioma de la planta entre las claves: “Se trata de aprovechar la biodiversidad de la propia cepa, algo así como preguntarse qué tipo de microorganismos favorecen sus propias defensas y estimularlos”. A nivel cultural también se puede hacer más: “Retirar los restos de poda, eliminar las plantas enfermas, detectar heridas y protegerlas…”, enumera Redondo.
No quiere despedirse sin antes reivindicar la importancia del sector de la investigación: “A veces difícil y del que profesionales brillantes se quedan fuera por falta de recursos”. Recuerda que su primera oportunidad laboral le llegó tras cursar un FP, “un gran complemento a la carrera”.
La noche del miércoles 10 de abril, cuando llegó a su casa sin nada que hacer por primera vez en años, tuvo que acordarse de esos inicios y también de los colegas de profesión que, como ella, se vieron obligados a emigrar (“les gustaría volver aunque es difícil”). El ‘cum laude’, por supuesto, lo celebró con vino: “¡Claro, con albariño!”. Galicia continúa a la vanguardia de la fitopatología española y europea.