*Foto: Exterior del Museo del Vino de Galicia, San Andrés, O Ribeiro. // B. Lorenzo
Nervios e ilusión marcaron los días previos a la apertura del Museo del Vino de Galicia, la culminación de un trabajo de décadas, en la que la satisfacción pasó a compensar el esfuerzo y las horas bajas, los momentos en los que parecía que nunca llegaría el gran momento pero llegó: Por fin, este julio, el Presidente de la Xunta inauguró el Museo del Vino de Galicia.
Está ubicado en una granja del gran monasterio compostelano de San Martiño Pinario en el Ribeiro, un bien patrimonial merecedor de una visita en sí mismo y que fue construido específicamente para gestionar la elaboración. Pura arquitectura del vino, consta de una parte funcional –lagares y bodega- y otra residencial. La construcción, que hunde sus raíces en la Edad Media y remata en un buen barroco compostelano, supone uno de los mejores ejemplos de lo que en Galicia debemos a los territorios de producción de vino.
Con él, Galicia pasa a estar dotada de una institución vocacionada específicamente al conocimiento y la difusión de la cultura vitivinícola de la que hace gala. A la altura de una tierra en la que se elabora vino, por los menos, desde el siglo III d.n.e., tal y como atestigua el lagar lítico de época bajoimperial documentado en Castrelo de Miño por la Universidad de Vigo.
Una historia labrada durante miles de años en los que generaciones y generaciones de gallegos han trabajado las viñas y la elaboración de vinos; experimentando para ello con distintos tipos de suelo, horas de sol, variedades de vid o contenedores de fermentación… Conocimiento acumulado a través de los siglos, que hoy hace posible que Galicia presuma en todo el mundo de vinos excelentes, diversos y únicos. A todo esto, por supuesto, dedica parte de su discurso el Museo del Vino de Galicia: desde los diferentes paisajes vitivinícolas hasta los trabajos en viña y bodega, pasando por los oficios relacionados con el proceso de elaboración o la búsqueda de soluciones a problemas naturales.
De las D.O. e I.G.P. de costa a las del interior; durante su estancia al museo, el visitante puede asomarse al Atlántico y volver al corazón de Ourense en apenas segundos, a través de un viaje marcado por tierras, castes, climas y gentes. Conocimientos profundos, los suyos, que se ocultan tras productos que compiten, y de qué modo, en los mercados de todo el mundo.No faltan así en el museo los saberes vitivinícolas y los rasgos distintivos de cada zona en el nuevo Museo, contenido que se complementa con soluciones tecnológicas que permiten que el visitante acceda a las Rutas del Vino, eventos relacionados con el sector o distintos elementos patrimoniales.
Para terminar, quisiera señalar que el Museo del Vino de Galicia aspira a complementar y potenciar otras dotaciones similares, a ser un centro de transferencia de conocimiento de la cultura vitivinícola al servicio de los intereses de nuestra vitivinicultura y conscientes de estar inmersos en un mundo global y fuertemente competitivo. Aspiración que no podremos cumplir sin la generosa colaboración de las instituciones hermanas, de las Denominaciones de Origen , de las Indicaciones Geográficas Protegidas y, en general, de las gentes que hacen el buen vino de Galicia.
*César Llana, del Museo del Vino de Galicia